Capítulo XVI - ATANDO LOS ULTIMOS CABOS…

EL CASO "IVONNE"

CAPÍTULO XVI

ATANDO LOS ULTIMOS CABOS…

PORTEROS Y CUIDADORES

A.| LOS ANCIANOS, CUIDADORES Y EL DOCTOR “DOMINGO MIRINDA”

…Tras la visita con su amigo Ponce a la “Prisión Provincial”, donde está ingresado de manera cautelar el amigo Colón, Diego Torres acude a una entrevista que tiene acordada con los porteros de una finca de la “Plaza de Hornabeque”, una plaza que toma el nombre de uno de los últimos reductos de la antigua fortificación de la ciudad, pensada y construida para sobresalir de la línea de la muralla, obligando así a retrasar al enemigo su línea de ataque.

Un enorme antiguo edificio, de los que se construyeron durante el “boom” de los años setenta en la ciudad. Y en los que aún se habilitaba un piso o un semisótano, destinado a los que ejercían como porteros; dádiva esta que formaba parte de su acuerdo laboral. Alguien ya conocido en esta narración, entra decidido por el gran portal de él:

—¡Hola buenos días jefe!

—¡Buenos días señor!, ¿en que puedo servirle? —Pregunta, ya cual costumbre, el hombre de edad al amigo Diego; lo hace desde detrás del mostrador, anclado éste en el zaguán de la entrada:

—¡Soy Diego Torres!, tengo una cita con usted, Francisco… y su esposa, Doña Jacinta, ¿lo recuerda?

—¡Caro que sí hombre!, ¡soy viejo… pero gracias a Dios, aún no chocheo!, ¡JE, JE, JE!... ¡Mi mujer nos espera en casa!

—¡Fantástico!, pues si le parece vamos a verla.

—¡Sígame! Bajando aquellas escaleras vamos al semisótano…

Y hacia ella van, Diego se le pega a sus espaldas y en nada están en la entrada de la vivienda. El portero llama al timbre/zumbador, en señal de que se dé por enterada su esposa, de que ya ha llegado la visita:

—¡MEC, MEC…!  —E inmediatamente, ahora sí, abre la puerta con su llave…

—¡Jacinta…!, ¡ya está aquí el periodista!

—¡Ah, pero que chico más guapetón! —exclama sonriente, acercándose a ellos y dándole la mano al visitante.

—¡Así me gustan a mí las personas… Alegres!, ¡como tiene que ser! —exclama el amigo Diego.

—¿Qué quiere tomar, una cervecita quizás? —y ciertamente además de simpática, la mujer es muy cortés…

—¡De momento nada Jacinta!, ¡pero se lo agradezco!... ¿Dónde nos podemos sentar para hablar un poco?

—¡Vamos a esta mesa de aquí!, ¡estaremos cómodos y cabemos los tres!

—¡PLOFFF! ¡REEEF! RIFFF! —Ya acomodados, Diego les comenta:

—Si les parece bien, yo en este cuaderno iré tomando notas… ¡Que mi memoria ya empieza a ser una mierda! —intentando romper el hielo inicial y que también vean por su manera de hablar, que es un tío de lo más normal:

—¡JA, JA, JE, JA, JE…! —En este caso son los dos porteros los que se ríen del comentario, parece que se ha roto la poca frialdad que pudiera haber.

—¡Sí hijo!, ¡toma nota de lo que quieras! —Es ahora el hombre quien se suelta y ya inicia el oportuno y familiar “tuteo”, aunque el periodista, como muestra de respeto, los seguirá tratando de usted.

—Antes de nada, les quiero comentar que todo lo que me cuenten, viene a ser como si se confesaran, es decir, de aquí no saldrá nunca quienes han sido mis informadores…

—¡JA, JA, JE…! ¡Pues mi alma…!, ¡ya quisieran en nuestra parroquia tener a un cura como tú!... ¡Yo conozco a más de una feligresa, que volvería a ir a misa! ¡JA, JA, JA! ¡Y hasta a recibir la “ostia” bendecida…!

—¡JA, JE, JE…! —uniéndose al concierto de carcajadas— ¡Ay Jacinta!, ¡no me haga reír, que entonces se me va la bola!

—¡Oye! ¿Quién es aquí el “viejete”…? Entre que pierdes la memoria y se te va la bola, ¿qué será lo próximo que nos dirás que no te funciona? —comenta Francisco siguiendo la broma.

—¡Mejor que no lo sepan…! —tras lo que hace un lapsus que utiliza para dejar de reír y ponerse un poco más serio— ¡Pues eso!, que estén ustedes tranquilos, que yo no mencionaré para nada sus nombres.

—¡Qué va hombre! ¡Por nosotros puedes hacerlo! ¡Lo que nos tenía que joder ya lo ha hecho el doctor Mirinda! —indica Jacinta.

—¡Pues si les parece, empecemos por aquí! ¿Cómo conocieron al Doctor?

—¡Buuuffff!, ya harán bien los dos años!... ¿No es así Francisco?

—¡Sí cariño! Pero no me vayas a mi preguntando, que tu memoria es mejor que la mía, ¡además! Si a cada rato me preguntas, será mañana y aún estaremos aquí.

—¡No se preocupen, que no tenemos prisa…!, si le parece, continue…

—¡Pues eso!, una noche, tuvimos que subir al cuarto, la señora Rosita se encontraba muy mal y fuimos a ver que podíamos hacer por ella. Al verla así, llamamos a urgencias, ¡vamos al uno, uno, dos! Y al poco rato se presentaron los enfermeros con una ambulancia…, ¡eran tres!, ¡muy mal debieron de verla para mandar a tantos!

—¡No Jacinta, es algo habitual!, hoy en día suelen mandar cuando es algo grave una unidad medicalizada. —aclara el periodista.

—¡Bueno pues!, a lo que íbamos, uno de ellos decidió que se lo llevaban al hospital, y nada tardaron en meterlo en una camilla y llevárselo. Y a raíz de ello fue cuando luego conocimos al doctor Mirinda.

—¿Qué era uno de los tres que vinieron?

—¡No, que va!, fue al otro día, cuando acudimos a la clínica, una de estas nuevas… ¡y de paga! La Clínica “Domingo”. Hay fue cuando lo conocimos…, ¡maldito el puto día que lo hicimos!

—¡Tranquila mujer…! ¡Tranquila…! ¿Y que pasó con la señora Rosita?

—¡Pues que había tenido un ataque de ansiedad, que se le había juntado con no sé qué del corazón!

—¡Hay que decir, que el Doctor es un hombre muy correcto, y además habla muy bien —todo esto dicho con coña—, cada cierto número de palabras, te pregunta: «¡¿Estamos de acuerdo, lo han entendido!?». No sé si lo hace por educación… ¿¡O se creé que somos gilipollas y analfabetos!? —Es ahora Francisco quien puntualiza.

—¡Desconocía esa faceta suya…! ¡Sé que es un mentiroso de mierda, pero no era conocedor de esta otra. —Es ahora Diego quien da su opinión.

—Pues aquel mismo día fue cuando nos propuso el negocio…

—¡Cuente Jacinta, cuente!, y a ser posible no se deje ningún detalle.

—¡Nada, pues eso! Primero nos entró contándonos que Rosita estaba muy enferma, y que iba a necesitar ya a partir de ese día de cuidados especiales. Y luego continuó queriendo saber cual era su situación… ¡Vamos! ,¡toda su vida!

Si tenía familiares…; si su economía era “boyante”; ¡esa fue la palabra que utilizó!

A lo que le contestamos, que no tenía a ningún familiar, ¡vamos!, ¡que supiéramos! Y a lo del dinero; que no era ninguna “desgracia”. Que tenía su piso pagado… y sabíamos que además tenía un apartamento muy bonito en Santa Ponça.

Entonces el hombre se alegró, y con un “par de cojones” nos soltó:

«¡Pues todo esto le va a ir muy bien!; Rosita necesita de un tratamiento especial, que tristemente es caro, ¡muy caro!». Y a mí sin más me salió: «¡Pues mire, el dinero está para gastarlo en los momentos difíciles! ¡Al otro barrio no se lo va a llevar!». Y esa respuesta mía parece que le gustó, y antes de marcharse dijo:                       

«Miren, en un semana, la señora Rosita volverá a su piso. Yo personalmente vendré con la ambulancia que la llevará de vuelta. Y les indicaré que es lo que se debe hacer como tratamiento, ¡Y ustedes y yo, mantendremos una conversación! Al ser los únicos, digamos, “familiares indirectos” de Rosita, les corresponderá ir tomando algunas decisiones… ¡Ah, y no se preocupen por el coste de sus cuidados! ¡Casos como estos los tenemos más a menudo de lo que la gente piensa! Por eso, también a la reunión vendrá conmigo un abogado, que les aclarará todo desde el punto de vista legal…» Y añadió su jodida “frasecita”: «¡¿Estamos de acuerdo, lo han entendido!?».

—¡Bueno, bueno, Jacinta!, ahora si le parece, podíamos hacer un descanso… ¡Y yo me tomaré esa cervecita que antes me ha ofrecido!

—¡Faltaría más hombre!, y nosotros le acompañaremos y nos tomaremos un buen café con leche…!

Levantándose y acudiendo a la cocina. A los minutos vino con las bebidas, a lo que añadió unas pastas y una bolsa de patatilla; que tras ser todo “engullido” comentó el periodista:

—¡Me ha entrado de maravilla!, y si le parece Jacinta, continue contándome lo sucedido…:

—¡Pues nada!, pasada la semana, se nos presentaron en el edificio, la Rosita…, ¡que la trajo una ambulancia!... ¡Y el “amigo conejo”!, ¡ya sabe, el doctor Mirinda!

El hombre vino acompañado de otro trajeado, que era un abogado. Los dos, después de “entregarnos” a nuestra Rosita, vinieron a nuestra casa de abajo, allí nos contaron que la enfermedad iba para largo; y que la mujer necesitaría de alguien que la cuidara, como ya nos había anticipado el Doctor. Y fue entonces cuando el abogado nos dijo que si aceptábamos este trabajo de cuidado de la Rosita, percibiríamos una compensación económica.

—¿Y eso, cuanto sería?

—¡Pues mire Diego!, ¡perdón… mira!, nos dijo que serían unos tres mil euros mensuales, ¡tampoco es que fuera tanto!, pues teníamos que estar pendiente de ella todo el día; y todos los días del año; ¡sin ningún día de descanso!

—¡Es poco dinero!, si lo contratas con una empresa de ayuda y cuidados, te sale mucho más caro. ¿Pero que les propuso… darlos de alta en la seguridad social? ¿En el régimen de empleados del hogar, quizás?

—¡Qué coño de régimen ni leches!, que lo que nos tocaba cobrar lo cogeríamos de la herencia de la Rosita… ¡Que nosotros seríamos sus herederos?

—¡Bueno Jacinta!, esto es algo que se suele hacer, ¡pero hay que tenerlo todo escrito… y todo muy claro! —comenta el periodista.

—¡Claro… y tan claro que lo tenían ellos! ¡Nos la metieron “dobla”!

En las semanas siguientes, el abogado de los “cojones”, ¡no me digas como lo hizo, pero convenció a la Rosita para que nos nombrara herederos!, un día vino con un notario, y así lo hizo… ¡La pobre mujer lo hizo para más! ¡Para compensarnos por nuestro trabajo y nuestras atenciones! Y nosotros de acuerdo con el acuerdo…

—¡Entonces…! ¿Qué pasó, que es lo que falló?

—¡Falló que…! ¡El cacho cabrón del abogado!, en uno de las muchos ingresos en los que estuvo Rosita en la clínica del Doctor, le hizo firmar unos papeles en los que reconocía una deuda, y que les autorizaba a cobrar a la clínica con sus bienes… ¡Vamos con el piso y el apartamento! ¡Ya te digo, nos la metió “dobla” el Doctor!

—¡Joder! ¡Joder! ¿¡O sea que no llegaron a cobrar toda la herencia!? —preguntando confirmación Diego de la mujer.

—¡Ni un duro! —Aun pensando en la antigua moneda—, ¡a la hora de leer el testamento, el notario nos dijo que todo ya era propiedad de la cínica del doctor Mirinda! ¡Vamos!... ¡Qué lo habían embargado, y ya no era de la Rosita!

—¡Vaya putada…! ¡Menudo cabrón el doctor de los cojones!

—¡Y esto después de haber estado más de un año cuidándola… y pendientes de ella las veinte y cuatro horas del día!

—¡No me extraña que estén tan cabreados! ¿Y no hubo manera de cobrar aunque fuera algo?

—¡Nada de nada! ¡La mujer se quedo “tiesa”! ¡Y no sólo cuando murió… sino que también sin un puto duro! ¡Todo se lo quedó el Doctor como pago de su tratamiento y de los medicamentos…!

—¿Y no tenía joyas, o dinero en metálico?

—¡De dinero nada de nada!; y de joyas pudimos quedárnoslas, no eran nada del otro mundo. ¡Aún no las hemos tasado, pero no valdrán mucho! —Aquí Jacinta se arrepiente de haberlo dicho, y minoriza el valor que puedan tener las joyas de la Rosita— ¡Pero vaya!, ¡serán de bisutería! ¡Vanos digo yo…!

—¡Seguro que sí! —comenta el periodista, intentando no darle importancia a este “robo a cuenta” del matrimonio—. Y si tiene algo de valor… ¡pues mucho mejor!

—¡Pensamos que no!, en todo caso para nosotros tiene un valor, más que nada sentimental —matiza en esta ocasión Francisco, menospreciando también las joyas.

De todas maneras, aún cabe la posibilidad de que cobremos algo; nuestro hijo Lorenzo, que es podólogo, lo está mirando. ¡El es terco como una mula, y no como nosotros, que no nos gustan los líos! Y le ha puesto un pleito… ¡Ya veremos!, aunque no tenemos mucha confianza en que lo consigamos. 

—¡Pues les estoy muy, pero que muy agradecido por todo lo que me han contado! Yo seguiré recabando información, y ya veremos por donde le podremos meter mano al jodido doctor Mirinda…

—¡Tranquilo hombre!, ahora ya sabes donde tienes tu casa… Y ya que nos has dicho que tu eres como un cura, ¡mejor que no digas nada sobre las joyas… ¡No nos vayan a venir a dar por saco los de hacienda! ¡¿Estamos…?!

—¡Por supuesto que sí…! ¡Estamos Jacinta!

Acabada la entrevista, Diego abandona la casa y se dirige al Pub “Sa Fachina”, casualmente no muy lejos de este edificio, a tomar una copa que le debe servir para aclarar y digerir todo lo escuchado… Cualquier excusa es buena para tomar un trago para los alcohólicos no reconocidos como tales, siquiera por ellos mismos.

…Ya dentro, y con las luces medio apagadas, del fondo se oye una voz familiar:

—¡Enseguida voy Diego! —¡CLACK…! ¡CLACK…! —Y en dos golpes se acaban de encender las luminarias, viéndose entonces como Toni Lerona se acerca por detrás de la barra:

—¿Qué… ya tienes el “mono”? ¿No es un poco temprano para darle al whisky?

—¡Calla, calla…! Que vengo de una entrevista… y me he quedado de piedra.

—¡Siendo así…! ¡Ahora mismo te pongo un lingotazo! —Aparte de ser su amigo también vive de vender consumiciones a sus clientes…

—¡GLUUUN, GLUUUNNN, GLUNNN…!  —¡Ponme un poco de agua, sin gas, “plis”! —¡CLINNNG… GLIIINGGG…! —¡Ummm!, ¡¡¡GLUP… GLUP!!! —¡Que bien entra! ¿Tienes unos minutos, y te cuento una historia y luego me das tu opinión?

—¡Sí, Diego!, ¡pero hazlo breve que acabo de llegar y aún tengo que llenar las neveras con las bebidas!

—¡Pues mira!, vengo de una reunión que he tenido en TAL y TAL, y PASCUAL…

Y le cuenta lo sucedido, lo hace un poco breve por lo “del tiempo” que le ha dicho:

—¿Qué te parece el Doctor de los cojones?

—¡Qué se la ha metido bien metida a los porteros! ¡Ahora que te diré que ellos tampoco eran unas mosquitas muertas! Pretender quedarse con todo por cuidarla el último año de su vida, digamos que es tener mucha jeta…

—¡No te falta Toni parte de razón!, yo también lo he estado pensando ahora; y como mucho la deuda que pudo haber creado la Rosita con ellos, sería de unos sesenta mil euros.

—¡Y como mucho!, ¡ya quisiera yo ver cuánto tiempo le dedicaron de verdad a la viejecita! ¡Además no se han ido de valde! Se han quedado con las joyas…, ¿tú las has visto Diego?

—¡Pues no, no las he acabado de ver!, y te diré que les supo mal a ellos comentármelo.

—¡Ves!, te digo yo que esta parejita no es tan senil ni gilipollas, ¡es más, te diré que lo más probable es que ya cuidaran antes a otro vieja! Averigua un poco más antes de sacar un reportaje con información preconcebida.

—¡Ahora me has dejado mosqueado!, te voy a hacer caso y voy a mirar si hay algo más sobre ellos… Empezaré por el registro de la propiedad, y de ahí tiraré del hilo.

Y ahora te dejo tranquilo, ya puedes continuar con tus trabajos; yo me acabaré el whisky tranquilamente y haré unas llamadas… ¡Tú, haz como si no estuviera aquí!

—¡Vale!, pero recuerda que antes de escribir según que cosas, tienes que estar totalmente seguro… ¡O al menos es lo que me “sermoneas” siempre sobre el trabajo de un buen periodista!

—¡De acuerdo…!, y si me dejas tranquilo, es lo que voy a hacer con mi llamada.

Ya sólo, hace lo indicado y llama a un número habitual de un contacto suyo:

—¡TIROLALILO…! ¡TIROLALILO…!  — ¡Sí, dime Diego, en que puedo servirte!

—¿Cómo coño tu sabes siempre que soy yo cuando te llamo? ¿Y contigo no hay manera, siempre me llamas de un puto número distinto?

—Pues porque tenemos todos lo números rebotados, ¡para eso somos detectives! ¡Y cuando llamamos lo hacemos desde números alterados!

—¡Vaya con los listillos!, venga a ver si te luces, necesito que averigües todo lo que puedas sobre un matrimonio de porteros, se llaman Francisco Fulano de Tal, y su esposa, Jacinta Sotana de Pascual… Trabajan en una finca de la “Plaza de Hornabeque”…

—Quieres saber además de lo habitual, ya sabes, propiedades y demás. ¿Algo en especial Diego?

—Pues en concreto me interesa saber si en algún momento han podido heredar algo, te hablaré claro; sospecho que hayan podido engañar a algún anciano o anciana, y se hayan quedado con sus bienes a cambio de cuidarlos.

—De esos de cada día hay más, al haber tanto anciano que vive sólo, son muchos los “buitres” que van a por ellos… ¡Me pongo en ello y te digo cosas!

—¡Ah! Y pensándolo mejor, añade en esta “barrida” por los registros de la propiedad, a su hijo; un tal Lorenzo Tal y Tal; que pudiera ser que le hubieran puesto los bienes a su nombre. ¡Joder…! ¡Y pensándolo aún mejor…! Averigua todo lo que puedas también de este tipo, es podólogo; y ya puestos, saldremos también de dudas, sus padres me han dicho que le ha puesto un pleito al doctor Mirinda…

—¡Como veas…! ¡Te diré que no me parece mala idea por tu parte!   

—¡Gracias Bite, te lo agradezco! —¡CLICK…! ¡CLOCK…!

CLÍNICA DOMINGO

…Pasados unos días, la impaciencia por conocer la veracidad o no de lo contado por los porteros le puede, y decidido Diego Torres se presenta, y sin anunciarse, en la clínica “Domingo”. En el mismo enorme hall de la entrada, caminando unos pocos metros de un pasillo, choca con el despacho de “Dirección”. Siguiendo decidido llama a la puerta: —¡TOCK, TOCK…!  —y al estar abierta sin cerrojo, entra:

—¡Hola Mirinda, buenos días!, ¿me puedes atender, serán sólo unos minutos?

El doctor totalmente sorprendido por quien aparece en su despacho, piensa brevemente que hacer, pero le invita a entrar:

—¡Coño Diego…! ¡Sabía que habíamos dejado una cita pendiente; pero no me esperaba que aparecieras así, sin más y sin anunciarte… ¡Pero ya que estás, pasa hombre, pasa y siéntate! —Cosa que hace:

—¡Escucha Miranda!, como la última vez que hablamos hicimos “feeling”, me he permitido el presentarme sin cita previa, porque antes de publicar una noticia que estoy escribiendo; he creído que debía constatar algunos hechos…

—¡Bien, te lo agradezco Diego! ¡Pues no tengas reparo y pregunta!; lo único que te pido es que no “pastelees” con el asunto y vayas directamente al grano.

—¡Veamos…! ¿Tienes montado algún “tinglado” para hacerte con los bienes de ancianos a los que hospitalizas?

—¡Coño, más directo al meollo imposible! ¡Y creo en parte, saber por dónde vas!

—¡O sea, que lo reconoces!

—¡No lo reconozco ni mucho menos!, por lo que veo a ti te han utilizado… ¿Has hablado con un tal Lorenzo, un podólogo y sinvergüenza de mierda?

—¿Lorenzo; no me suena de nada?

—¡Sí hombre, sus padres están de porteros en una finca de la “Plaza Hornabeque”!

Con esta última ampliación a su pregunta sobre el tal Lorenzo, al momento lo relaciona con los porteros a los que entrevistó:

—¡Ahora sí ya sé a quién te refieres!, pero yo no hablé con él, lo hice con sus padres, los porteros que dicen que les dejaste sin la herencia acordada. ¡Vamos…!, que los tuviste trabajando más de una año, cuidando a una de tus pacientes, una tal Rosita. Y cuando fueron a leer el testamento como herederos… ¡La Rosita no tenía ya ni un puto euro, tu clínica se había quedado con las casas!

—¡Vaya…! Veo que a ti también te la han endiñado; estos dos “viejetes” que ves con cara de no haber roto un plato nunca, son unos verdaderos profesionales del timo, y además no tienen escrúpulos. Y esto que aún no has conocido al cabrón de su hijo, el podólogo, este es todavía más malo que ellos…

—¡Mirinda!, por lo que yo sé, aquí el que aparenta ser el timador eres tú.

—¡Mira Diego! Brevemente te voy a contar lo que sucedió y como los conocí, y luego, como te considero un tío inteligente, saca tus conclusiones:

Los conocí al día siguiente, del ingreso de la paciente Rosa Salmerón, la “Rosita” que tú mencionas. Al decirme que eran los únicos familiares de la paciente, les informé de cual fue la causa de su ingreso, y que necesitaría de cuidados en su casa. A lo que no tardaron en ofrecerse para ser ellos quien la cuidaran. Lo que no me pareció mal, simplemente les insistí en que además de los cuidados, deberían de poner mucha atención en que, la paciente tomara los medicamentos que le recetáramos para su tratamiento. Y al principio parece que lo hicieron…

—¡Perdona que te interrumpa Mirinda!, pero aquí ya hay diferenciaciones entre versiones… ¡Pero sigue…!, sigue, no te quiero hacer perder el hilo de lo que me cuentas sobre la paciente; que por lo que veo que viene ahora, me dirás que de nuevo fue ingresada en tú clínica.

Rosita ingresada en la Clínica Domingo

—¡Y gracias a Dios! ¡De milagro la pudimos salvar! Estuvo primero en la UCI, y luego un mes en una habitación… ¡De todo esto tenemos constancia en nuestro registro de ingresos, y está a tu disposición, por si lo quieres confirmar!

Antes de devolver a Rosa a su casa, la entrevisto una de nuestras psicólogas. Que después de ella, elaboró un informe, ¡que también está a tu disposición!; aconsejando que fueran sustituidos los cuidadores, vaya, los porteros de los cojones. ¡Y tonto de mí!, antes de hacerlo quise escuchar su versión sobre lo averiguado, me reuní con ellos aquí mismo, la “abuelita paz”, refiriéndose a Jacinta, reconoció que efectivamente, la habían llevado a un notario; y la Rosita, con toda su buena fe, los había nombrado herederos. Al confirmar lo que ya había anotado en su informe la psicóloga, quedó claro que a los porteros ya les “sobraba” la Rosita. Y poco iban a hacer para que la mujer prolongara su vida mucho más, de ahí lo del milagroso ingreso que salvó su vida y “descubrió el pastel”.

—¡Me cago en sus muertos! ¡Veo que te voy a tener que dar la razón…! ¡Pero cómo actúan de bien los cabrones! ¡Cómo para darles un “oscar”!... ¿Y que hiciste tú Mirinda, supongo que darías parte al juzgado?

—¡No! Eso tú sabes que hubiera tardado demasiado tiempo, a saber que coño le darían para dejarla al día siguiente en coma, no te olvides que su hijo, ¡el Lorenzo de los cojones!, tiene acceso a anestesia y otros calmantes… Así que decidí hacer lo mismo que tan bien saben hacer los porteros: ¡Hacer teatro!

—¡Joder Mirinda, me estás sorprendiendo, hasta tienes sentido del humor! ¡Vamos cuéntame que se te ocurrió!

—Para confundirles y que no sospecharan… les dije que entendía que con los tres mil euros que cobraban cada mes por sus cuidados, no estuvieran satisfechos. ¡Por cierto que, los cobraban de una suculenta cuenta de ahorros de la Rosita!, y no hay ninguna duda, lo sabemos por el informe de la psicóloga, se lo dijo la paciente, que hasta el último momento de su vida tuvo su mente bien lúcida.

—¡Me cago en la puñeta! ¡Otra que me colaron!

—¡Diego no me interrumpas más, que será la hora de cenar y aún estaremos cotorreando!... Continúo: Por lo que les vine a dar el visto bueno a lo que habían hecho con lo del testamento, cosa que les tranquilizó…

Si bien, les puse una condición, y fui tajante en el cumplimiento de ella por parte de ellos… ¡Qué cumplieran con la medicación recetada y programada! ¡Y qué Rosita tenía que vivir lo que el destino quisiera! ¡Qué no se les ocurriera hacer algo que llevara a la paciente a la muerte! ¡Vamos, que de mandarle al “otro barrio” antes de tiempo, nada de nada! Que de hacerlo… lo sabríamos por la autopsia y lo denunciaríamos al juzgado.

—¿Y supongo que aceptaron tu condición?

—¡Y tanto Diego!... Lo que no se imaginaban era lo que les tenía preparado…

—¡Alto! ¡Te lo digo yo! Joderles hasta el último euro de la puta herencia.

—¡Efectivamente! ¡Pero no te confundas! Yo no les jodí ni un euro que no fuera mío, las estancias de su hospitalización y los tratamientos que se le dieron, fueron de lo mejor… Conseguimos que hasta el último momento, cuando falleció porque su corazoncito ya no aguantaba más; sufriera lo mínimo… ¡Y tú Diego, sabes que todo esto es muy caro!

—¡Sí, ya lo supongo…! Más pienso que, algo de más debiste de colar en las facturas.

—¡Ahí tienes razón! ¡Digamos que… se nos pudo colar alguna transfusión de más, y ya se sabe, que la sangre esta cara… ¡Ahora te diré que, le dimos un buen entierro y nos hicimos cargo del funeral!

—¡Todo un detalle el tuyo Mirinda! Pues se me ha ido a la mierda el “puto reportaje”… ¡Todo este tiempo perdido!

—¡Quizás no!, ¡no digas nada de lo que ahora sabes, y entrevístate con el cabrón del hijo, el Lorenzo. Encontrarás el “hilo” o la conexión con lo que ha motivado tu visita. Y no te voy a poder decir nada más, de todas maneras habla con tu exsocio, el que me recomendaste, y dile que te dé una copia del informe que ha hecho para mí… ¡Por cierto estoy muy contento de ellos, no será el último trabajo!

—¡Me cago en diez…! ¡Ya vuelvo a estar intranquilo!…, ¿por dónde coño me saldrá este cabrón!? —El periodista no puede evitar estar así, hasta que acaba la fase de “investigación” de sus reportajes.

—¡Anda, no te quejes tanto que te lo he dado todo hecho!, ahora gánate el sueldo y escribe… ¡Y mira como me pones a mí y a mí clínica!

—¿¡Y como te voy a poner Domingo!? ¡Para mí eres como una caja de sorpresas!, me paso un tiempo recogiendo información sobre tus “fechorías”, y luego resulta que te “golpe y porrazo”, pasas de “ser el malo, al bueno de la película…”

—¡Quizás porque no sea tan malo como te piensas, amigo Diego!

—¡Quizás, será eso!, y mira por dónde Domingo, para evitar que la vuelva “a cagar”… ¡Tan mala es tú situación económica! —Le salió de nuevo su vena como periodista, y aprovechó para “colarle” la pregunta.

—¡Macho!, a ti Diego no se te puede dejar ni un minuto sin vigilar… ¡Y a mi edad me puedo permitir el lujo de contarle la verdad a un tío como tú… ¡Que serás un cabrón!, pero ya sé que en el fondo…, ¡pero muy en el fondo!, eres noble y honrado; y, ¡negaré haberlo dicho! La situación económica de mis negocios no es lo boyante que debería ser… Hice varias inversiones que no acabo de lograr amortizarlas… ¡El puto “scanner” de última generación, las mejoras en la UCI provocadas por la reciente pandemia… ¡Y varias equivocaciones en los últimos fichajes en el “Realeño”…! Han sido las causas de estar necesitado de liquidez.

Un quizás exceso de sinceridad que descoloca a Diego Torres, hasta el punto de que no sabe que contestar al Doctor:

—¡Joder…! ¡Joder! ¡Pues lo siento mucho!

—¡Pero como te conozco…! ¡Te diré que, aun estando en esta difícil situación, jamás perjudicaría a otras personas…! ¡Y menos a cuatro viejos enfermos! ¡Recuerda que ante todo soy médico y he hecho mis juramentos!

—¡Ya me lo has dejado claro, ya no tengo ninguna duda! Seguiré la línea de investigación que me has señalado con el cabrón del hijo podólogo; y a ver hasta donde llegamos… No me extrañaría que el tal Lorenzo sea al final el “cerebro” de esta panda de “roba viejos” de mierda…

Dicho esto, se despiden afablemente y Diego abandona la clínica Domingo…

Actuación del grupo de artistas gauchos.

B.| EL FINAL Y LAS CONSECUENCIAS DE LA “OPERACIÓN GAUCHO”.

…Y cual cómo si esto de la incautación del envío de cocaína, fuera el final de una “tragedia” de una obra de teatro, Diego necesita saber cuál es el estado y las consecuencias que le puedan acarrear todo lo sucedido a su “medio amigo” Trinarejos. A lo que quedan esa misma noche en el pub “La Fachina”:

—¡Hola Toni! —dirigiéndose a uno de los dos hermanos “Lerona”— ¿Qué, os lo habéis pensado? ¿Me lo vendéis o no?

—¡Qué va Trinarejos…! Estamos acostumbrados a trabajar para nosotros, y no nos vemos trabajando como empleados de otros.

—¡Bueno!, pero que os conste que tendríais autonomía total para seguir llevándolo con vuestras normas.

—¡Sí! ¡Pero tú ya sabes… todos nos conocemos! ¡Nuestros clientes son más que nada amigos! —Una manera diplomática que se le ocurre a Toni, para no decirle que desechan su oferta de compra, al ser bien conocedores de en que acabaría el pub, vendiéndose cualquier tipo de droga. Y esto no encaja con sus caracteres ni su forma de entender este tipo de negocio. Para su suerte, y que le viene como “anillo al dedo”; por la puerta aparece Diego, la persona con la que está citado, el discotequero de Trinarejos:

—¡Venga Toni…, dejad de cotorrear y hazme el favor de ponerme un “whisquito”, ¡que me lo he ganado! —Entrada y demanda hecha de esta manera, pues es conocedor de las intenciones de compra de Trinarejos y de la decisión contraria a la venta de sus amigos, los hermanos “Lerona”.

—¡Enseguida “Mister”, a sus órdenes! —le contesta Toni Lerona, quien agradece “el cable” que le ha dado su cliente y ante todo amigo Diego.

El tiempo que se retira para servírselo, él y Trinarejos se saludan y acuerdan dirigirse al especie de reservado que hay en el fondo del local, al no estar aún muy entrados en la noche, el pub no está en su aforo máximo. Ya en los sofás y con las copas servidas y solos, inician la conversación motivo de la reunión. La inicia el periodista:

—Desde luego Trinarejos hay que reconocer que la idea era buena, camuflar la “coca” dentro de los tambores del grupo argentino “Los Gauchos de la Pampa”, es original. ¿Que se le ocurrió a Colón?

—¡Pues sí!, en esta ocasión se lo dejamos todo a él, nos iba comentando sólo lo que le pasaba por los huevos, pero fue haciendo lo que creyó oportuno… ¡Y ya ves, hemos quedado como tontos!; muchos de los inversores se han retirado y no quieren participar en los siguientes envíos que podamos hacer…, ¡ya se les pasará!, dudo que encuentren algo que les pueda rentar tanto; lo que te digo… en meses los tendremos de nuevo llamando a la puerta…

—Y al final, ¿Cuánto habéis perdido?, se dice que en la calle hubiera salido por lo menos unos veinte millones de euros.

—¡Más o menos!, desde luego no es lo que hubiéramos obtenido nosotros, es fácil, calcula unos 500 kilos, a 20 euros el gramo, que es nuestro precio, te da los diez millones; viene a ser la mitad de lo que cuesta en la calle… ¡Una pérdida enorme para el grupo!, pero esperamos que en un futuro se pueda recuperar…

—¡Joder…! 500 kilos es mucha pasta… No entiendo como no lo hicisteis en varios envíos; hubiera sido más prudente, ¡vamos pienso yo, ahora vosotros sabréis!

—¡Diego, visto ahora “a toro pasao”!; todo son puntos de vista.

—¡En fin Trinarejos…! ¡Yendo a lo que me pica!, ¿Sabes si el Magistrado Servera intentará llegar a un acuerdo con Colón?, ¡vamos!, para que diga los nombres de sus inversores, ¿supongo…?

—¡Lo tenemos bien en cuenta…! En un principio pensábamos que los cargos se centrarían en el cargamento de la cocaína requisada; pero por lo que se ha visto, van a juntar todo lo demás, y le van a procesar además por el asunto de los “Pinilla”; el secuestro de la muchacha; y no se que coño más sobre su mujer y el disc jockey… ¡Vamos, que sí le sale rentable llegar a algún tipo de acuerdo!

—¡No me digas nada más Trinarejos! ¡Veo que lo tenéis bien, pero que bien claro…!

—La decisión que se pueda tomar sobre este asunto, se la dejo a mis otros socios; yo me voy a mantener totalmente al margen…

—¡Haces bien! De todas maneras recuerda lo que te comenté de su enfermedad…

—No creo que sea prudente esperar tanto tiempo, de todas maneras, ya te he dicho… este asunto ya está en manos de mis socios.

Y con esta puntualización, los dos prolongan un poco más la conversación, pero ya tratando de otros temas banales y luego se despiden… ¡Habrá que esperan un corto espacio de tiempo, para conocer la decisión sobre Colón tomada por sus socios!


C.| LA MARCHA DE ÁNGELES.

…Pasados dos meses, de nuevo se encuentran en "La Fachina", Javier Ponce y su amigo Diego:

—¡Joder Diego, pensaba que habías desaparecido!

—He estado muy liado acabando mi nuevo libro, la segunda parte de "EL GOLPE ". ¡No he parado en todo este tiempo!

—Me llegó el informe del Instituto Nacional de Toxicología. ¡Yo tenía razón, era un tío, se había hecho hasta la cirugía plástica!

—Me lo tienes que dejar ver...

—Es muy curioso, estos tíos de la científica son unos cerebros y Tal y Tal, y Pascual… —puesto al día sobre el asunto, pasa a querer hacer lo mismo sobre su vida personal—. ¿Y cómo te va con Ángeles?

—¡Desapareció...! Un día cuando llegué de viaje, no estaba, se había marchado. Me dejó una nota en la que me agradecía todo lo que había hecho y finalizaba diciendo: «y no quiero que te preocupes, te llamaré cuando esté ya situada...».

—¡Veo que te ha afectado!

—Un poco, le llegue a coger cariño... ¡Y en la cama era muy buena!

—¿Y con la pasta que hizo, la fundió toda?

—¡Qué coño fundir!, resulta que es más del “puño cerrado” que nadie que haya conocido… Además te diré que un día me confesó que tenía “ahorrado”, según ella, me supongo que se refería a la pasta que guardaba de su marido, el “Carnicero”. Nada menos que cien mil euros más. Lo que le ha permitido largarse a cualquier parte. ¡Ya veremos si cumple, y un día me llama diciéndome donde ha acabado “poniendo el huevo”.

—¡Yo de ti no esperaría de pie, amigo Diego!

—¡Ya, lo doy por hecho!, de ella me puedo olvidar…

—¡Pues ya sabes…! “A Rey muerto, Rey puesto”, y tú tienes a una persona que te lo dejó bien claro, ya sabes… nuestra amiga la fiscal Ribas.

—¡Lo he pensado!, pero me da algo de miedo, si la cosa sale mal… esta tía tiene mala leche, y es capaz de estarme jodiendo el resto de mi vida. ¡Me parece que voy a pasar de ella!

—¡No te falta razón…! ¡Mejor que no juegues con ella!, estoy de acuerdo en que si termináis malamente, te puede joder mucho.

—¡Pues mira Javierito! Acabo de decidir que voy a intentarlo, ¿Por qué no? Es un tía inteligente y bien pensado podemos hacer una buena pareja… ¡Dame su teléfono, que yo no se si lo tengo memorizado!

—¡Pues… suerte amigo! Pero no te portes mal con la muchacha, ¡que no se lo merece! Te mando su contacto… ¡Y tú mismo… ya sabes en que terreno te metes!

—¡BIP… BIP…! —¡Ya me ha llegado…! —confirma el amigo Diego.

Colgado como un jamón.

D.| COLGADO COMO UN JAMÓN, EL “AMA DE LLAVES”, BENITO BESTARD.

…Más, ¡cambiemos de tema!... ¿Supongo que has leído "EL PRIMERO”? —Refiriéndose a un importante acontecimiento que ha publicado, y que tiene como protagonista a un sobradamente conocido de los dos. Más que por las dos partes, en el fondo no desean comentar…

—Sí, lo he leído... ¡Y todo el mundo! De todas maneras ya sabíamos que era “algo de esperar”… 

—¡Ya ves, ha muerto como un jamón! ¡Colgado de la cocina!

—¡Que mala leche tienes!

—Yo aun me acuerdo del Ibicenco, por culpa de ese hijo de puta ahora está muerto... Si el cabrón de Colón no se suicida colgándose de una viga, lo hubiera colgado yo.

—¿Olvidas que tenía el sida? —le recuerda a su amigo Diego.

—¡No, no lo olvido!, pero el día menos pensado sacan una vacuna, u otro medicamento mejorado de estos que ya hay, y que ayudan a que no se esparza el virus, ¡y el jodido hubiera tenido cojones a salvarse!

—¡Bueno!, desde ayer, ha dejado de matar gente...

—¡La que se libró de milagro fue su mujer!

—¡Ya lo creo!, no me imaginaba que Colón fuera tan psicópata y retorcido.

—¡Desde luego que sí! Tuvo la sangre fría de engordar a su esposa durante meses como una cerda, y con el fin de que cuando estuviera bien cebada se la comiera su amante, ¡JA, JA, JA…! ¡Hay que estar chiflado! —No pudiendo evitar Diego las risas al contar la salvaje ocurrencia del Colón.

—¿Se confirmó que era el disc jockey desaparecido de “La Tarántula”? —pregunta Ponce al periodista.

—¡Sí, y por cierto, el "rubito" aún está en el psiquiátrico, ven difícil que abandone su hábito de comer carne cruda… ¡de cualquier procedencia!, el colmo fue cuando probó la del "ama de llaves" de Colón. ¡Tiene cojones comerle un trozo de "teta"; y no comió más porque escapó y pudo llamar a la ambulancia!

—¡Sí! Y fue gracias a la esposa de Colón, la tal Margarita, quien le dio a la famosa “ama de llaves”, una buena patada en la tibia que le hizo caer cerca del rubio. Para nada la “negra”, durante el largo tiempo que estuvieron en la “mazmorra”, e incluso ya detenido Colón, los liberó… De todas maneras, el papel de esta mujer en todo esto no está claro; lo cierto es que tuvo mucha suerte de salir con vida, de esa especie de cárcel donde estaban retenidos los secuestrados y pedir ayuda. Si la acaban de pillar la esposa y el melenas rubio, ¡se la comen a ella…!

—¡Pobre Virginia!, ¡no sé por qué me da lástima! Y cómo tú dices, su papel en todo esto no ha quedado nada claro —refiriéndose Diego también a la sexual “ama de llaves”—, me quedé con su nombre cuando leí la noticia, siempre me ha gustado este nombre… y la tía está buenísima. ¿Sabes si le ha caido algo a ella?

—¡Que yo sepa no!, no se le quiso investigar más, con lo de los mordiscos creyeron que ya tuvo suficiente castigo por su hipotética colaboración. Y el testimonio de la esposa de Colón y el disc jockey, no se pueden tener en valor, los dos estaban desquiciados y dieron versiones raras y sin solvencia legal alguna. ¡Se ve que el Colón los jodió bien!

—Y de Benito Bestard... ¿Se sabe algo? —le pregunta ahora a Ponce por su agresor.

—¡También ha desaparecido! “La Tarántula” está cerrada. Pregunté por él a su cuñado... el vigilante, el Quiñonero; y me lo contó. Que por cierto vino a denunciarlo por darle un talón sin fondos. Además también me dijo que la discoteca estaba cerrada y ya no tenía curro.

—Éste desgraciado de Benito... ¡También va servido! Tú debiste de cobrar el tuyo, ¿supongo? ¿El que te di era de Trinarejos?

—¡Sí, no jodas!, lo cobré y de momento tengo los dineros en el banco, en lugar de una moto nueva, le voy a dejar a Raquel que cambie los muebles de casa...

 

FINAL DE LA NOVELA.

¡¡¡Y ESTO… ESTO ES TODO AMIGOS…!!!

Nos vemos en otra novela, muchas gracias por vuestra dedicación a esta lectura, espero que os haya gustado...

Antonio G. Noguera.

No se recomienda su lectura a personas menores de 16 años.

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