Capítulo IV- "LA FLOR ROJA"

EL CASO "IVONNE"

CAPÍTULO IV

"LA FLOR ROJA"

TOP LES

...Unas horas antes de que se produzcan estos “abyectos” (me encanta esta palabra) hechos, cerca de la calle “2 de Mayo”, Javier Ponce y Diego se disponen a visitar el pub indicado por Benito Bestard en la comida de la pizzería, conocido como: "La Flor Roja". Los dos amigos se adentran en la zona de los "toples", en esa calle prácticamente todos los portales, en lugar de ser accesos a viviendas, son las entradas de locales de alterne o de los edificios, que disponen de las habitaciones usadas por los clientes de ellos.

—¡Mira es aquél! —indica Diego señalando hacía un letrero que se enciende y apaga y que, destaca entre el resto de luminarias. —Ya que estamos aquí, si quieres lo preparamos, haciendo la llamada oportuna a quien tú sabes…y que puedas pegar un “polvete”.

Ponce caliente por el ambiente que se respira y en parte influenciado, por el vino que se ha tomado en la cena con Benito en la Pizzería:

—¡Bueno ya veremos, depende de las tías que haya!

La parejilla, al final opta por entrar. Traspasadas unas cortinas rojas previas al acceso y ya en el interior del club de alterne...:

—¡Ves! Aquél es Marcial, el de las tarjetas que te comente. —Refiriéndose a algo que hablaron anteriormente y que concierne al personaje que señala, un pequeño y delgado hombre, con poco pelo y vestido con un estrambótico chaleco de colores “jamaicanos”, por cierto mal combinado con una corbata que le desdice aún más.

—¡Hombre Diego cuánto tiempo sin verte! —irrumpe el Marcial al dúo, no se lo ha pensado, nada más verlo se ha dirigido a ellos.

—¡Joder eres más conocido que el Papa! —exclama el sorprendido Javier Ponce.

—¡No seas cabrón, ya te dije que lo conocía! —aclarando, por si acaso lo aprovecha su amigo Ponce, y corresponde al saludo— ¡Hola Marcial!, ¿cómo va la vida?

—¡Mal! Con la policía que no me deja trabajar, y todo desde que me pasó lo de las tarjetas, cada dos por tres vienen a tocarme los cojones. —sale de nuevo a colación el asunto de las famosas tarjetas.

—¡Invítales a pegar un polvo gratis y verás cómo te dejan en paz! —Hábil solución la que le propone el periodista, posiblemente basándose en su experiencia.

—¿Tú crees? —pregunta Marcial, extrañado por la sencilla solución.

—¡Seguro!... ¡Pero venga, ponnos dos whiskys y cuando tengas tiempo vienes a hablar con nosotros! —Confirma su idea y le indica que desea hablar con él.

Al mismo tiempo, rápidamente dos guapas mujeres desnudas en gran parte, mostrando sus senos “siliconados”, y con sólo la parte de abajo del bañador, se acercan a ellos, colocándose cada una al lado de uno de ellos.

—¿Qué… de “Rodríguez”? —pregunta la “empleada uno”, para romper el “hielo”

—¡Éste sí, yo no!, ¡a mí no me quiere nadie...! —Indica Diego.

—¡Será por lo gordito que estás! —Apretándole los mofletes, y siguiendo el juego iniciado por la “empleada uno”.

—¡Mi dinero en whiskys me cuesta, hija mía!, y tú que digamos, tampoco estás muy delgadita. —Tocándole un “michelín” que le sobresale de su cintura.

—¿Nos invitáis a tomar algo? —poniendo en marcha el “contador” la “uno”.

—¿Qué valen las copas, porque luego no quiero sorpresas? —El Diego ya está de vuelta en estos ambientes.

—La copa normal treinta euros, un "pícolo"... ochenta, pero con la cara de ricos que tenéis… podéis pagar un "pícolo" a cada una de nosotras. —Al mismo tiempo que le acaricia la nuca.

—¡De acuerdo! Pero..., ¿con una condición? —Aquí era a donde quería Diego llegar.

—¿Qué condición? —pregunta la empleada “uno”, no quiere sorpresas “raritas”.

—¡Javier saca la foto y déjamela!

El amigo Javier hasta el momento distraído y a su rollo, deja de tocar el culo de su chica, la empleada “dos”; y de su bolsillo saca la foto:

—¡Ten Diego! —El periodista la coge y continúa su digamos especie de interrogatorio:

—¡Mira a esta rubia!... ¿Y dime si la conoces?

—¡Oye!, ¿no seréis de la “pasma”? —lo dicho, la mujer es recelosa ya de entrada.

—¡No hija!, somos parientes de ella y hace tiempo que la buscamos...

La empleada “uno”, sin preguntar a ninguno de los dos, pues entiende que la respuesta a su pregunta como mínimo vale la invitación…:

—¡Marcial… ponnos dos "pícolos"! —tras lo que contesta—, bueno, déjame ver...

¡Pues claro que la conozco, esta es la "IVONNE"! ¡Y al otro también le conozco…! ¡Es Ernesto el camarero! Estuvieron trabajando aquí.

—¿Hace mucho tiempo? —Diego quiere aprovechar la respuesta de la empleada, para averiguar lo máximo posible.

—Por lo menos hace seis meses que no sabemos nada de ellos. Pero, ¿tú sabes...?

—¡Sí, que la tía es un travesti! —le confirma Diego, para que vea que es cierto que se conocen.

—¡Oye!, si lo que buscáis son cosas raras… ¡Con nosotras no contéis!, ¡que nosotras somos dos mujeres de verdad, sin trucos, ni operaciones raras!

—¡No mujer!, a nosotros nos van las tías completas, ¡como vosotras y que cada cosa esté en su lugar! —Acariciándole con sus manos los senos; más, las empleadas que beben como “esponjas”, aprovechan el interés de los “clientes” por conocer cosas de los de la foto, para pedir una nueva consumición:

—¡Oye Marcial, ponnos dos “pícolos”… que estos ya se han acabado!:

—¡GLUP…! ¡GLUP GLUP…! ¡GLOOOPPP…! —Acabando de vaciar rápidamente sus copas…

—¡Tened cuidado con éste, que no tiene un pelo de tonto! —comenta Marcial en voz alta, para que sus empleadas no se pasen de rosca.

—¡Oye, que yo no le he hecho nada, simplemente he pedido dos "pícolos"! ¡Es lo mínimo que puede pagar por tocarme las tetas!

Marcial en previsión de que la conversación se tuerza, mira a Diego esperando que confirme la invitación.

—¡Espera un poco tía, que parecéis esponjas! —Y en vista de la nueva información, se dirige a Marcial—: ¡Oye “Marci”! ¿Tú tuviste hace medio año trabajando a un camarero que se llama Ernesto... no sé qué más, ¿verdad?

—¡Sí, Ernesto! Un chico alto con el pelo corto... Ernesto… Hidalgo González. ¡Pero qué pasa!, ¿te has pasado al otro bando? —contesta y pregunta sin titubear el Marcial.

—¡No hombre, no! Pero tú ni siquiera te lo has pensado, ¿cómo es que te acuerdas de todo su nombre, incluido los apellidos? —ya sacando Diego su vena interrogatorio como buen periodista.

—¡Mira!, porque un buen día desapareció, se fue sin cobrar la liquidación y además sin firmar la baja, ¡por eso me acuerdo!, siempre me espero que me venga una denuncia laboral de algún abogado del sindicato “de turno”.

—¿Y se marchó solo? —pidiendo una aclaración…

—¡No!, se marchó con la "IVONNE", su pareja, un travesti que trabajaba también aquí a ratos perdidos, ¡vaya, cuando tenía un momento suelto!

—¿Son estos? —Enseñándole la foto ahora a él.

—¡Sí, estos son ellos! ¿Para que los buscas? —contesta Marcial tras observar la “transitada” fotografía.

—¡Para nada importante…! ¡Y gracias Marcial!... ¿Dime que te debo de la fiesta?

—¡Vaya prisas que te han entrado! —exclama el propietario del “garito”— ¿No os quedáis a pegar un polvete? ¡Las chicas trabajan muy bien!

—Es tarde para mi amigo y luego..., ¡su mujer le pega! —Al fin salió una de las típicas “coñas” de Diego. 

Javier Ponce que hasta el momento no se había pronunciado, ocupado con la empleada “Dos”, puntualiza su deseo y estado de ánimo;

—¡Diego que yo no tengo prisa!

—¡Vaya te ha gustado la chica!

—¡No está mal! —exclama y sin dejar de manosear a la mujer.

—¡Si queréis nos vamos los cuatro juntos! —Propone la empleada “Uno”.

—¡No hija! ¡A mí me gusta joder solo… y sin preservativo! Y en este ambiente... ¡Ya se sabe lo que hay! —Expone Diego sus preferencias y gustos. A lo que responde “La Zaragozana”, hasta ahora empleada “Uno”:

—¡Seguro que “hay…”, menos que en la casa de más de uno!, nosotras tenemos la fama, pero estas que van de finas, ¡son más putas que las gallinas!

—¡No te enfades! Tómate ahora el "pícolo" que me habías pedido. —Le propone ahora Diego, el carácter que ha sacado la “mañica” le ha gustado...

—¿Y tú qué? ¿Te animas para hacer un numerito? —Dirigiéndose ahora “La Zaragozana” al excitado Javier Ponce: 

—¡No, yo me voy sólo con ésta, que ya me tiene caliente! Por cierto… ¿Cuánto me vas a cobrar?

—¡Doscientos euros, más veinte de la habitación! ¡pero verás que valdrá la pena!

—¡Coño! ¡Pues sí que habéis subido las tarifas!

—¡Venga Javier, aprovecha para un día que puedes! —dándole ánimos a su amigo Ponce, él sabe por conversaciones que han tenido en varias ocasiones, que tiene ganas de tener “algo de vicio” con una profesional.

—¡Venga pues, vamos! Por cierto, ¿dónde están las habitaciones en este sitio?

—¡Están arriba!, entrando por la puerta de al lado de la entrada, ¡tú sígueme y no te preocupes del dinero!, lo dicho… ¡que te va a gustar! ¿Qué pagas con tarjeta?

—¡No, con pasta! ¡Con dinerito cantante y sonante! —No es tan tonto como para dejar una “pista” de su fechoría.

—¡Mejor!, porque si pagas con tarjeta, Marcial te cobra un suplemento. Me lo abonas... ¡Por favor!

—¡Coño, vaya prisas por cobrar!. —A regañadientes… Javier saca la cartera y le paga con dinero la cantidad negociada—: ¡Toma, pero a ver cómo te portas!

—¡Venga no te quejes tanto y vámonos! —Concreta la empleada “Dos”.

La improvisada pareja, sale de “La Flor Roja" y sube a la habitación, siguiendo las instrucciones de la profesional.

Mientras... para hacer tiempo, Diego inicia su particular interrogatorio a la chica que se ha quedado:

—¿Y qué… llevas mucho tiempo trabajando aquí?

—Ya hace más de un año.

—¿De dónde eres?

—¡Soy de Zaragoza! —Hasta el momento desconocido por Diego pero intuito.

—¡Coño "mañica"! ¡Ya decía yo que tenías carácter!

—¡Oye si me vas a seguir preguntando…!, ¿me puedo tomar otro "pícolo"?

—¡Joder como bebes!, ¡venga pídelo!, ¡esto me va a salir más caro que si hubiéramos pegado un polvo!

—¡Venga no seas gitano!... ¡Marcial dame un "pícolo"!

Sin esperar a que lo traigan, Diego sigue con su particular interrogatorio:

—¿Y antes que hacías?

—Trabajaba en una tienda, vendiendo zapatos, pero no me bastaba lo que cobraba a final de mes para mantener a mi hija.

—¿Tienes una hija?

—¡Sí!, de tres años, ahora está en Zaragoza, con mi madre.

—¿Y aquí dónde vives?

—En un apartamento del edificio "Impala", ¿pero a ti qué coño te importa? ¿Es que me vas a retirar?

—¡Oye no te ofendas! Pero los apartamentos "Impala" están llenos de putas y maricones.

—¡No me hables! Cada noche cuando llego me encuentro siempre con algún "follón" y alguna vez, hasta con algún coche de la policía.

—Si quieres... yo te alquilo una habitación de mi casa, ya te he dicho que vivo sólo.

—¿Vas de bromas verdad? —Pensando que Diego es uno de estos que busca pegar un “polvo” gratis.

—¡Que no mujer!, mi casa es grande y me sobra una habitación que la podrías utilizar tú… ¡Pero sólo tú, sin “mochila” incluida!, y no me refiero a tú hija, ¡Tú ya sabes de que te hablo!

La mujer no acaba de creerse lo que le dice Diego, con lo poco que lo conoce, ya ve que es un “resabiado”, a lo que decide renunciar a su ficticia propuesta de la mejor manera, aún queda mucha noche y espera sacarle algunas consumiciones más:

—¡De eso no tengo, nada más me faltaba tener a un tipo que me chuleara la pasta! Y en referencia a tu oferta ¡Te lo agradezco!, pero voy a estar poco tiempo más en la ciudad, ¡vuelvo a Zaragoza! Aunque dentro de unos meses regresaré, ¡si vienes por aquí... ya hablaremos!

El gatillazo...

…No pasan muchos minutos más, cuando se abren las cortinas rojas de la puerta del club, y aparece de regreso Javier Ponce, que con cara malhumorada se acerca al lugar donde está Diego:

—¡Macho!, ¿qué follas como los gallos?... ¿Qué, cómo te ha ido?

—¡Mal, no he podido acabar!

—¿Qué ha pasado Juanito?

—¡Mira, si algo me cabrea es que vengan con prisas!... Y que para colmo me digan: «Si quieres estar más tiempo, tienes que pagar otra salida».

—¡Haberle dicho que sí! Y luego le dices que no llevas más dinero, ¡que ya le pagarás otro día!, ¡pareces gilipollas!

—¡Bueno venga, vámonos! —Parece que para Ponce, por esta noche la “turné” se ha acabado.

—¡Oye espero que volváis otro día!, la próxima vez te presentaré a una amiga mía que es muy competente, ¡no todas somos como la Dominicana! —exclama la empleada “Uno”, ahora ya, alias “La Zaragozana”.

Diego se despide de los presentes, como Javier no contesta, “se hace el loco”, paga a Marcial también las copas que debe éste de “la Dominicana”. Al amigo Ponce le falta tiempo para dirigirse hacia la salida del local de alterne:

—¡MUA… MUA…! —¡Nos veremos “mañica”! ¡Y lo mismo te digo “Marci”!

—¡Eso espero preguntón…!

Los dos cruzan de nuevo la cortina roja que les separa de la puerta, y justo a la salida se encuentran con La Dominicana:

—¡Oye tío podías haberme esperado!

Javier sigue sin hablar, pero Diego no se calla y contesta:

—¡Mira niña!, un día de estos… te vendrá a ver un amigo mío que te pedirá tu documentación, ¿espero que tengas tus papeles en regla?

—¡A mí no me asustas!, ¡yo ya soy española!, ¡lo tengo todo en regla desde que pagué por casarme con un mariquita español!, ¡que además me costó más de seis mil euros! ¡Para que lo sepas…! ¡Que yo no soy una “muerta de hambre”!

—¡Esto ya lo veremos! —contesta Diego alejándose, si bien la mujer dice la última palabra, y además con sorna…:

—¡Adiós encantos! ¡Hasta la próxima…!

—¡Estas jodidas!, pagan seis mil euros y se casan con un español, aunque sea homosexual… ¡Y ya son españolas!, ¡manda cojones! —exclama el amigo Ponce, esta noche conocido como: «el mal “follao”»…

—¡Venga Javierito, alegra la cara! ¿Si quieres nos metemos en otro “puterío”, a ver si hay tías más competentes?

—¡Déjalo, por hoy ya me ha bastado! De lo que al menos estoy contento, es de saber el nombre del "pollo", el Ernesto Hidalgo González de los cojones, el de la fotografía. Mañana mismo le pido al Juez que ponga en marcha la orden de búsqueda.

—¡Mañana no, será hoy!, ¿no has visto la hora que es? —Le puntualiza Diego…

—¡Coño! ¡Me cago en la puta! —nunca mejor dicho— ¡Y ahora que le cuento a mi mujer!... ¡Y además mira el pastón que he jodido!

Ante tanto despotricar a Diego se le ocurre una idea que puede utilizar como excusa ante su mujer, por la hora de la tardanza.

—¡Tú dile a Raquel la verdad…!

—¿¡Pero qué dices¡? ¡Si le digo lo que he hecho me mata…!

—¡¿Me dejas terminar?!... Le cuentas la verdad… pero cambias al cliente. ¡Le dices que el de la puta fui yo! Eso sí, me haces quedar bien y le dices que estaba muy buena y que, ¡me lo pasé muy bien! ¡Y que durante este rato que yo estuve con ella, tu me esperaste en el coche… ¡Y además no dejaste de pensar en ella…!

—¡Macho! ¡Cómo se nota que eres periodista…! ¡La historia puede funcionar!

—¡Seguro que sí! ¡Ya lo verás…! Y además te diré… ¡No te vas a librar de tener que pegarle un “polvete”!

—¿Y cómo sabes tú esto Diego?

—¡No preguntes tanto y vámonos…! ¡Ya me dirás cosas cuando nos veamos!

FIN DEL CAPÍTULO IV

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