Capítulo VIII - OPERACIÓN “GAUCHOS” Y EL IBICENCO

EL CASO "IVONNE"

CAPÍTULO VIII

OPERACIÓN “GAUCHOS” Y EL IBICENCO

...Sobre el puerto, en el restaurante “La Buenavista”, Bartolomé Colón, espera impaciente, en una pequeña barra que hay en la entrada del establecimiento. Dos hombres elegantemente vestidos cruzan la puerta y se acercan a él...

—¡Ya era hora!...

—¡Perdona Colón!, pero aparcar por aquí de cada día es más difícil.

—¡Da igual, no pasa nada! Por un momento pensaba que no veníais, que os habíais confundido de sitio, ¿qué queréis tomar de aperitivo? —les pide.

—¡Yo tomaré lo mismo que tú, un “finito”!

—¡Y yo también, tomaré otro “finito”! —también se contagia el otro de lo que está bebiendo Colón.

—¡Oye Pepe! —Dirigiéndose a un camarero cercano a la puerta.

—¿Dígame Sr. Colón? —el profesional de la restauración sabe que hay que “cuidar” a los buenos clientes, como es Colón.

—¡Ponnos dos “finos”, y dile a Santiago que ya puede meter la lubina al horno!

Me he permitido pedir por vosotros y estoy seguro de que os gustará, Santiago nos está preparando una lubina al hinojo, ¡de cojones!

Los dos, con sus gestos indican aceptar el sabroso plato encargado por el socio. Tras lo que dejan la barra y se sientan en la mesa cercana que tienen reservada...

—¡Vamos Trinarejos!, ¿tú dirás a qué venía tanta prisa por vernos?

—Colón, queremos que te pares, ¡no puedes seguir matando a la gente como si esto fuera Chicago! Es muy malo para nuestros intereses que haya este tipo de movidas —Todo dicho por Trinarejos en un tono tranquilo, es la manera de hablar de él, salvo en ocasiones que se sulfura como cualquiera.

—¡He tenido que dar un escarmiento! ¡Aquí ya todo el mundo se pasaba de listo!

Entonces es el personaje que acompaña a Trinarejos, quien expresa su pesar por las acciones de Colón:

—¡Yo os puedo proteger… pero hasta cierto punto!, y todo esto se me escapa de las manos.

—¡Tú calla, que para eso cobras, y mucho! ¡Sin jugarte nada, te estás “poniendo las botas”! —el Colón no permite que alguien que tiene en “nomina”, se pase y le amenace.  

—Colón lo que te está diciendo es cierto, es cuestión de tiempo, cuando menos te lo esperes cogerán a los Pinilla, que además y por cierto, son unos “chapuceros”.

—¡Vaya Trinarejos, como siempre estás bien informado!

—¡No te creas que soy el único! Mira que encargarles un trabajo como éste. Los Pinilla son unos “chapuceros”, como ya te he dicho. Y el "Carnicero" está medio loco. Ha estado en la cárcel y la policía lo tiene fichado, es sólo cuestión de tiempo que empiecen a relacionar los asesinatos. 

—¡Pero trabajan bien y son baratos! —Erre que erre, no hay quien le “baje del burro”, cuando el Colón se obceca con hacer las cosas a su manera, es muy difícil hacerle cambiar de idea.

—Hay ya gente investigando, entre otros y especialmente un periodista, que está buscando información tuya, lo sé de muy buena fuente. —le insiste Trinarejos, y no se preocupa por él porque le importe su futuro, lo hace ya que al día de hoy, es su socio en determinados negocios, la mayoría no muy legales…

—¿Y quién es ése listillo de periodista? —quiere saber Colón.

—Es Diego, tú le conoces.

—¡Diego es un mierda!, y si me toca mucho las pelotas, ¡el próximo que me voy a cargar será a él! —vaticina Colón, que considera al reportero alguien poco importante y que ni siquiera es digno de poder ser considerado un enemigo.

—¡Deja en paz a Diego! —ahora sí altera su comedido “tonillo”—, ¡nada más nos falta que le pase algo a él, para tener a toda la Brigada y los periódicos encima!

—¡Yo haré Trinarejos lo que crea oportuno!

—¡No vayas de por libre!, aquí estamos todos comprometidos

—¡Si!, pero últimamente tenéis tanto tú como los demás, la cabeza poco ocupada con lo del envío de nuestro nuevo proveedor, os olvidáis del trabajo que estoy haciendo prácticamente sólo. 

—Lo de Argentina es muy importante, tenemos todos mucho dinero invertido en ello y tú lo sabes sobradamente. El abrir una línea nueva de suministro y a los precios que hemos acordado con los del clan de “La Noria”, es vital para nuestro crecimiento y el de nuestros asociados. ¡Pero…! ¡No olvides que nadie es imprescindible!

—¿Es una amenaza Trinarejos?

—¡Tómatelo como quieras!, aunque te repito, deja en paz a Diego y no la líes más.

—¡A mí no me deis órdenes! ¡Yo hago lo que me sale de los huevos!

—¡Cálmate Colón, no es una orden! ¡Tómatelo como un consejo, un buen consejo!

Dichas estas palabras, los dos últimos en llegar se levantan de la mesa, ¡parece que la lubina se la tendrá que comer Colón sólo.

—¡Qué pasa!, ¡que no es para tanto…! —buscando una manera de retener a sus invitados y continuar con la conversación— ¡Venga Trinarejos…! ¡Te pido disculpas, no seas rencoroso! Es que has sacado el nombre del cabrón de Diego…, ¡y no me he podido aguantar y he saltado!

La petición de disculpas parece tener efecto y los invitados se sientan de nuevo en la mesa, pero Trinarejos quiere dejar claro lo que le ha dicho:

—¡Vale, disculpas aceptadas! Pero te insisto…, ¡deja de momento, te repito, de momento! Al puto Diego en paz —añadiendo para que Colón mantenga su “orgullo”—. Cuanto pasen unos meses, ¡ya tendrás tiempo de hacer con él lo que te salga de los huevos!... ¡Y ya te mandaré yo alguien profesional para cumplir tus deseos! ¡Y no esta pandilla de “desgraciaos” de los Pinilla!

—¡Está tranquilo Trinarejos, que haré lo que dices…! —Dando así por resuelto este asunto, y disponiéndose los tres, ahora sí, a saborear la lubina, que no tarda en aparecer por la puerta de la cocina. 


…A última hora de la tarde, en "La Fachina", después de haber comido con Jaime, su hermano “postizo”, y posteriormente haber estado en la clínica “Domingo”; Diego mantiene una conversación con Jota Lerona, y como es su costumbre, está sentado en la barra. Tras él se escucha una voz fuerte y profunda.

—¡Oiga! ¡Gírese!...

—¡Coño Ibicenco! ¡tú siempre por la espalda!

—¡Tienes que aprender a tener cubierta la espalda!

—¡Sí, de maricones como tú!

—¿Venga págate un whisky y dime para qué me querías ver?

En contestación a los diferentes mensajes que anteriormente Diego le ha dejado.

—¡Jota ponle un “Bell´s”, sin cubitos y lleno de agua! ¿Ves cómo me acuerdo?

—¡Asís me gusta compañero! —El Ibicenco tiene una manera muy particular de hablar, en ocasiones pluraliza las palabras sin venir a cuento.

Ya todos con su copa, Diego le cuenta todo lo sucedido, con detalles, como le gusta a Francisco, alias el Ibicenco... Al rato y después de analizar todo lo narrado:

—¡El Benito Bestard es un “hijos putas”!, ya era un mierda hace años, pero no me esperaba que tuviera los cojones de hacerle esto a Javier Ponce.

—Como ya te he contado, parece que está ofuscado e identificado con lo del travesti. No hemos logrado saber hasta donde está metido en este rollo.

—¡Te conozco Diego!, tú no crees que sea el Benito quien mató al “maricóns”, o como le llamáis vosotros, “el travesti”, aquí “hay mal de fondo”.

—La verdad es que aún no se sabe si la mataron o murió de una sobredosis, pero el cabrón del Benito algo tendrá que ocultar y más cuando le ha hecho esto a Javierito.

—¡Esta noche misma voy a verlo y le voy a partir los brazos a ése cabrón! —El Ibicenco siempre es impetuoso cuando le tocan a alguno de sus amigos.

—¡No Ibicenco, espera!, tenemos que saber de qué va este rollo antes de hacer nada, hay que utilizar el cerebro. Quién nos lo puede aclarar todo es Trinarejos, no quería recurrir a él, pero el conoce bien al puto Colón, hasta creo que debe de ser socio de él en algún “negociete”... ¡Voy a ver si lo localizo!

—¡Aba con Trinarejos! —Expresión muy utilizada por el Ibicenco.

—¡Tranquilo!, conmigo siempre se comporta. ¡Nos conocemos de hace mucho tiempo, y los dos sabemos de que cojeamos cada uno, pero nos respetamos…

—No olvides... ¡Que mata a la gente vendiendo mierda!

El Ibicenco, es un hombre de principios, estuvo en “La Legión” y posteriormente sirviendo a un alto cargo de “La Casa Real Española”.

—No lo olvido, pero tú y yo sabemos que si no es él, sería otro, no vamos a cambiar el país.

—¡Yo sí sé quién lo arreglaría, si estuviera Franco toda esta gentuza estaría en la “cárceles”!

—¡Franco hace años que está muerto, y bien enterrado!, ¡por cierto, dos veces en lugar de una!

—¡Putos políticos! ¡Menuda panda de cabrones!

—¡Ibicenco no te cabrees! Lo dicho, estate localizable estos días, y cuando haya hablado con Trinarejos, nos vemos.

El Ibicenco y Diego se toman sus copas y, comentan anécdotas vividas por ambos. Pasada aproximadamente una hora, en la cual nuevas copas han desfilado por la barra de Jota, el Ibicenco se marcha del Pub.

Casi coincidiendo con la salida de él, entra a los minutos Jaime.

—¡Hola "José Antonio", que sorpresa tú por estos lugares. —Cambiándole el nombre intencionadamente y para joderle, algo que suele hacer el Ibicenco también habitualmente cuando alguien no le acaba de caer bien.

—Os andaba buscando y he supuesto que estarías aquí, ¡tomando vuestra dosis de whisky! —Se la devuelve el recién llegado, cosa que no le va bien al Ibicenco, que opta por no contestar y… simplemente marcharse, y sin despedirse.

El que si contesta a su “postizo” es Diego:

—¡No me seas cabrón Jaime! Además…, ¿para qué me buscas, si hace un rato    hemos ya hablado de todo en la comida? —Realizada previamente a la cita con el Ibicenco.

—¡Sí!, pero se me olvidó darte algo que te interesa, con tanto hablar del parapente se me ha pasado. ¿Sigues con tu idea de publicar la segunda parte de tu libro del "GOLPE DE ESTADO"?

—Sí ya prácticamente lo tengo acabado, me faltan algunos detalles del General Mandilego, de su etapa en la guerra civil.

—Casualmente el abuelo de Carol (su esposa), era militar, murió en la guerra civil. Mandilego presidía el tribunal que lo condenó a cadena perpetua al finalizar la guerra, el pobre hombre murió a los pocos meses en el hospital de una tuberculosis.

—¡Coño esto es muy interesante! —exclama sorprendido Diego— Cuando juzgaron a Mandilego, después del medio fallido golpe de estado, la defensa se basó principalmente en su “inmaculada” carrera militar, exaltando que no había participado en ningún juicio sumarísimo y manifestando su talante democrático para absolverle.

—Pues lee estos papeles que conservaba Carol. Un día hablando del asunto, saliste a relucir tú y el nuevo libro, ella pensó que te podía interesar esta documentación; espera que sirva para que veas como se las gastaba el “Mandilego”, confía en que tú sabrás, como mínimo, recuperar su buen nombre basándote en sus actuaciones.

Diego lee de entre los papeles entregados, la hoja que hace referencia a la sentencia del infortunado:

«En Cartagena a ocho de noviembre de mil novecientos treinta y nueve año de la Victoria. Reunido el Consejo en la Sala de Justicia de la Prisión Militar de Marina de esta plaza para ver y fallar la causa y TAL y TAL… Y PACUAL…

FALLAMOS: Que debemos condenar y condenamos a la pena de RECLUSION PERPETUA como autor responsable por participación directa y voluntaria de un delito de adhesión a la rebelión y MÁS PASCUAL…».

«FALLAMOS: Que debemos condenar y condenamos por los fundamentos de hecho y derecho de esta nuestra sentencia al Auxiliar 2º de radio MIGUEL ESPINO FERRIOL a la pena de RECLUSION PERPETUA como autor responsable por participación directa y voluntaria de un delito de adhesión a la rebelión del art.128 punto 2º del Código Penal de la Marina de Guerra, sin que aprecie el Consejo peligrosidad por parte del condenado, como accesorias a la pérdida de la plaza y clase y de todos los derechos adquiridos en el servicio del Estado…/.».

Al final del documento aparecen siete firmas, una de ellas se reconoce perfectamente que es la de Mandilego.

Diego perplejo aún por la lectura de la sentencia, reacciona ante la pregunta que le hace Jaime:

—¿Qué te parece?

—¡Cojonudo me viene como anillo al dedo! ¡Dile a Carol que confíe en servidor…!

—¿Qué vas a tomar Jaime? —Solicita Jota aprovechando el lapsus.

—¡Nada!, me marcho que tengo prisa, ya vendré otro día y te traeré unas invitaciones para el Campeonato de Europa de Parapente; que sé que te gustará.

—¡Tráemelas me hace ilusión, iré con mi hijo!

Fuera ya del pub, Diego localiza por fin telefónicamente a Trinarejos, tras poner al día sus relaciones, quedan citados esa misma noche en su nueva discoteca “TRINADISCO”. Una moderna sala que inauguró hace unos meses, con rayos láser y pantallas gigantes de video, con capacidad para más de dos mil personas. 


…Ya en la entrada y con más gente, Diego sube en un moderno ascensor de cristal, la vista desde el mismo es impresionante.

Saliendo del ascensor, se dirige a una guapa chica vestida de camarera.

—¡Hola guapa!... ¿No tienes ganas de currar? —Sin venir a cuento.

—¡Oye tío, cambia de rollo, que estas muy "viejete" para venir a este lugar!

—¡No te enfades mujer! —Frase muy utilizada por él cuando quiere "ligar"— ¡Que era una broma! Lo he dicho, para pedirte si me haces el favor de llevarme a ver al jefe... ¿Sabrás dónde está Trinarejos?

—¡La oficina está allí arriba! ¡Ve tú sólo, que seguro lo encuentras! —Indicándolo.

—¡Gracias simpática!

INTERIOR DE LA DISCOTECA TRINADISCO

Subidos los peldaños que acceden al primer piso y justo enfrente suyo, ya en el rellano, abre la puerta de la oficina con decisión, como si fuera la de su casa, una vez dentro:

—¿Hay alguien...?

Trinarejos, el propietario, sale de otro cuarto pegado y que da a la entrada:

—¡Vaya Diego que sorpresa! Eres como los fantasmas, ¡apareces atravesando la puerta!

—¡Perdona, pero estaba abierta!

—¡Venga da igual ¡Pasa al despacho y siéntate!

La mesa está llena de bolsas de plástico repletas de dinero, hay billetes de todas las “leches” y algunas bolsas con monedas.

—¿Qué, las ganancias del día?

—¡No curioso, son las bolsas de cambio de las cajas!

—Está bien lo de "TRINADISCO", ¿supongo que se te habrá ocurrido a ti?

—¿Es pegadizo el nombre verdad?

—¡Es una horterada ponerle el nombre de uno a su negocio!

—¡Oye, si has venido a cabrearme, puedes "atravesar" de nuevo la puerta y largarte!

—Trinarejos... ¡Tú sabes bien a lo que vengo!

—Diego me caes bien, te considero un amigo y no te voy a ir por las ramas, el Colón va a por ti…, ¡así de claro y… sin vaselina!

—¡Y qué...! ¿Me va a partir las piernas?

—¡Mucho peor! El "jodido" se ha vuelto loco, está haciendo muchas tonterías y no me extrañaría que te diera un susto.

—¿Y por qué no os lo quitáis de en medio? No sería el primero.

—Sabes que entre nosotros no nos tocamos, ha costado mucho lograr que las cosas funcionen, y no voy a ser yo quien empiece una guerra, Colón tiene también sus amigos, aunque la mayoría son “amigos de conveniencia”, ¡vaya, que lo son mientras reciban su “sobre”…!

—Ya veo, ¡perro no come perro! Quiero que estes al día de los acontecimientos, y te informo que el matoncillo que tiene Colón, Benito Bestard, ha intentado matar a mi amigo Javier Ponce. El funcionario que trabaja en los Juzgados. ¡No creo que se lo tome muy bien el Juez!

—¡Joder, lo siento! ¡Sabes que yo no trabajo de esta forma! ¡Ves lo que te he dicho, de que se ha vuelto loco el cabrón!

—¡Ya lo sé!, mi duda está en saber si lo ha hecho por su cuenta, cosa que dudo; o se lo ha ordenado Colón, que es lo más probable.

—¿Y qué interés puede tener Colón en hacerle algo a tú amigo?

Diego siempre aprovechando para dirigir el tema de la conversación hacía donde le interesa, le responde:

—La otra noche estuvimos mi amigo, el del accidente, y yo hablando con Benito. Buscábamos información sobre una tía que, según parece y por las conclusiones a las que estoy llegando, se la tiraba Colón. —Una teoría que se le acaba de ocurrir y quiere comprobar.

—No veo el motivo, Colón se tira a la primera que le da la oportunidad.

—El caso es que ésta apareció muerta en su piso, cuando la encontraron llevaba casi medio año muerta.

—¡Caramba…!

A lo que Diego se saca la foto de su cartera, la que le había facilitado Javier Ponce, y se la enseña a Trinarejos: —¡Mira…!

—¿Es ésta… es la muerta? —Y sin dudarlo, se autocontesta— ¡Sí, la conozco, es la "IVONNE"! ¡Pobre mujer…! ¡Que desastre…!

—Veo que la conocías bien.

—A la "IVONNE", la conocemos todos los que estamos en el ambiente, mejor dicho, la conocíamos, trabajaba de putilla en la "Flor Roja", y es cierto que salía a veces con Colón.

—¿Y tú qué crees ahora? ¿Puede haber sido Colón quien ha mandado lo de mi amigo Ponce?

—Puede ser…, ya te he dicho que últimamente hace muchas tonterías. ¿Y qué vas a hacer Diego? ¿Tú no estás acostumbrado, a ir dando palizas a este tipo de personajes por esos mundos de dios?

—¡No! ¡Yo no Trinarejos!... Pero conozco a más de uno que sí.

—Sabes que si te pudiera ayudar lo haría, pero, ya te he contado nuestras reglas, que además supongo que entenderás son necesarias para que trabajemos unidos.

—¡Yo también tengo mis reglas!

—¿Quieres que te mande al “Chicho”, para que te cubra las espaldas?, ¿te saldrá barato y es muy bueno?

—¡Yo no me fío de nadie!

—¡Haces bien Diego...!

—De todas formas gracias por tu ayuda y…, ¡por tu sinceridad! ¡Y por cierto, devuélveme la foto!

—¡Toma tu puta foto, yo no colecciono fotos… y menos de personas muertas!


…Ya fuera de "TRINADISCO", Diego se dirige a una zona un poco reservada de la calle, donde sabe que tiene cobertura, pues esta zona no es buena. Mira en la agenda de su móvil y marca el contacto deseado, la combinación de los números es graciosa: Prefijo y 69.22.69, como no podía ser de otra manera:

—¡TIROLALILO…! ¡TIROLALILO…!  —¡Sí! ¿Quién es?

—¡Ibicenco soy yo, despierta!

—¡Estoy despierto! ¿Hay novedad? —Siempre utilizando la típica “verborrea” de “La Legión”, donde estuvo años atrás.

—Ya he visto a Trinarejos, te llamo desde abajo de su discoteca, me ha confirmado que lo de Javierito es cosa de Colón. —Conclusión en verdad sacada por él mismo.

—¡Aba, pues ya sabes! En lugar de a uno, hay que romperle los brazos a los dos… y como además me han cabreado, les romperé también las piernas, ¡por cabrones!

—¡Espera Ibicenco! Trinarejos me ha dicho también que Colón va a por mí, que se ha vuelto medio loco y que va de por libre.

—¡Aba Diego!... Que hoy en día por cuatro euros te cargas a un "machote".

—Tú sabes que yo no soy un cobarde, pero pienso lo mismo que tú, con pasta no hay persona que se salve.

Estoy decidido a llamar a mi amigo "ROMPENUECES", el que fue campeón del mundo de judo y que además tiene muy mala leche, para que me cubra la espalda.

—¡De eso nada, para eso estoy yo! ¡No te muevas que voy para allí! —A la vez que de fondo se oye una voz femenina:

—¡Venga cariño, vuelve a la cama y termina lo que has empezado…!

—¡Ibicenco! ¿Estás solo? ¿No quiero fastidiar tus planes?

—¡No, pero da igual, no te muevas que ahora voy!

—¡Tranquilo que no creo que me vaya a pasar nada esta noche!

—¡Aba, como quieras!, ¡pero deja de putear esta noche y vete a tu casa!

—¡De acuerdo me voy a casa!

Y cumpliendo con su palabra, esa noche se va directo a su morada, tras la conversación mantenida con Trinarejos… ¡Tiene miedo!, así de claro y totalmente comprensible… 

FIN DEL CAPÍTULO VIII

No se recomienda su lectura a personas menores de 16 años.

Todos los derechos de esta novela están reservados.

No se permite su reproducción en ningún medio ya sea escrito, radio, televisión e Internet sin autorización previa del autor de la obra.

Si se autoriza reproducir un pequeña parte de ella para efectos de promoción, crítica o similar objeto.

Inscrita en el REGISTRO DE LA PROPIEDAD INTELECTUAL:

©PM-510-09 y ©PM-086-2014

EE.UU COPYRIGHT Registration Number ©TXu 1-912-889 (March 2,2014).

Share by: