Capítulo VII - EL ACCIDENTE

EL CASO "IVONNE"

CAPÍTULO VII

EL ACCIDENTE

...Al día siguiente, a las tres de la tarde, la hora habitual de finalizar su jornada, Javier Ponce sale del edificio de los Juzgados, un hombre conocido se acerca a el...

—¡Hombre Benito! ¿Qué haces aquí?           

—Venía a verte, necesito hablar contigo. —con voz tranquila, cosa rara en él.

—¡Ahora no puedo, tengo mucha prisa! —le suelta Ponce y sin reparos.

—Pues, es que tengo que hablarte de algo importante…

—Espera a esta noche, que vendré con Diego a visitarte.

Benito no insiste, Javier Ponce continúa caminando hasta su moto, una Yamaha de color azul, se coloca su casco y se sube a ella, no tarda nada en arrancarla:

—¡RUUUMMM! ¡RUUUM! —Y emprende camino hacía su casa, hoy en ella es un día especial. La hermana de Raquel, su esposa, ha regresado tras un año de ausencia y ella ha preparado una comida en su honor, Javier aprovechando que las dos hermanas tendrán ganas de estar solas; tiene previsto esta noche acudir con Diego a “La Tarántula”, con el fin de continuar sus averiguaciones y ahora además, de acuerdo con la cita que acaba de acordar, hablar también con el amigo Benito Bestard, con él que hay varias cosas pendientes de aclarar.

Ya en las afueras de la ciudad, a la altura del kilómetro ocho y un poco antes de llegar a una cerrada curva, bautizada con el nombre de "Curva del Diablo", por los numerosos accidentes mortales que en ella se han producido. Un coche deportivo de color rojo, con el intermitente encendido, destella con sus luces el espejo retrovisor de Javier. Ponce sabe que en este tramo tal maniobra está prohibida, pero aun así, se retira hacía la cuneta para facilitarle el adelantamiento.

El deportivo, cuando está a la altura de la moto, se pega por su costado casi a Javier, quien mira al conductor, al que parece reconocer. Quien baja automáticamente la ventanilla del acompañante, para que lo pueda además de acabar de reconocer oír su voz:

—¡Javier párate…! ¡Tenemos que hablar! ¡¡¡Párate coño!!!

El motociclista le hace un gesto con su brazo y mano, como dando vueltas, indicándole que ahora no puede parar, que ya se verán más tarde, como han quedado los dos antes.

—¡RAAASSS….! ¡PLAAAMMM….! ¡ZIIIINGGG…! —El nuevo brusco giro del deportivo, provoca que Javier pierda el control de la moto y se salga de la carretera.

En fracciones de segundo se ve volando ya fuera de la calzada y, de repente siente un fuerte golpe en la cabeza que le hace perder el conocimiento....

EL ACCIDENTE DE JAVIER PONCE

…Perdida la noción del tiempo, Javier abre los ojos, en realidad han transcurrido más de tres horas.

—¿Dónde estoy que ha pasado?

No oye respuesta a sus preguntas, por sus ojos aprecia cómo se iluminan intermitentemente unos fluorescentes, se da cuenta que esta tumbado en una camilla que viaja velozmente por un pasillo… Sin poderlo evitar, pierde de nuevo el conocimiento.

Transcurridas unas horas más, en casa de Diego suena el teléfono.

—¡TIROLALILO…! ¡TIRORALILO…! — ¿Quién es?

—¡Diego soy Raquel!... ¡Javier ha tenido un accidente, estamos en la clínica “Domingo”!

—¿Cómo está Javier? —pregunta inquieto.

—¡Tranquilo…!, ¡tranquilo!, ¡está fuera de peligro!

—¡Voy para allí ahora mismo!

—¡De milagro no se ha matado!

—¡Raquel ponte tranquila, que no tardo nada!

Diego parte apresuradamente hacía la clínica “Domingo”, un moderno centro hospitalario, con capacidad para doscientos cincuenta enfermos, y que se haya emplazada en el centro de la ciudad. Su director y propietario, es un conocido precisamente de Diego… el Doctor Mirinda.

Ya en la clínica, se dirige al mostrador que hay en la recepción:

—¡Buenas señorita!, han ingresado hace pocas horas a un hombre que ha tenido un accidente, se llama Javier Ponce.

La recepcionista una vez consultado el ordenador, donde entre otras cosas figuran los internados, le confirma su ingreso:

—¡Sí, está en la UCI!

—¿En qué planta?

—La UCI está en esta misma planta, coja este pasillo hasta el fondo y detrás de las puertas que se encontrará al final… allí está.

Diego hace lo indicado por la recepcionista, cruza las puertas y observa que el pasillo aún continúa mucho más.

A la izquierda, sentada en un largo banquillo está Raquel con otra mujer.

—¡Ay Diego!, ¡menudo susto nos ha dado! —Al tiempo que se levanta y abraza a Diego.

—¡Tranquila Raquel! ¿Dónde está?

—¡Está ahí dentro!, ¡ven y lo verás por el cristal!

Raquel lo acompaña hacía el lugar… y detrás de un gran cristal le señala la cama donde esta Javier.

Tiene una botella de suero colgada a su lado, desde la cual sale un tubito que acaba en su brazo conectado a una vía. En el recinto hay otros enfermos que, a primera vista por los aparatos que están cerca de ellos, aparentan estar mucho más graves que Javier. Un hombre, vestido con una bata blanca, los ve desde el interior y les hace un gesto indicándoles que ahora sale.

JAVIER PONCE EN LA UCI

—¡Ha estado preguntando por ti!

Esto que dice la esposa supone una buena señal, pues si puede hablar, y además ha preguntado por él, significa que su cerebro “carbura” bien; no como la moto, que ha quedado destrozada.

—Vamos a ver si me dejan entrar a verlo. —comenta Diego con la voz baja.

Al final el doctor sale de la UCI y se acerca a ellos...:

—¡Señora!, como ya le he dicho antes, todo indica que su marido está bien, tiene varios hematomas y una fuerte contusión, estará 24 horas en observación, por si hubiera algún derrame cerebral que no hayamos detectado, pero no creo. Y luego ya lo sacaremos de la UCI.

—¿Me permitiría hablar con él cinco minutos?

—Ya antes he dejado a su esposa verlo, comprenda que esto no es una habitación, los que están aquí no deben ser molestados con visitas.

—¡Serán solo unos minutos!, ¡y le prometo que molestaré lo mínimo!

—Bueno pase, ¡pero solo unos minutos! —ante tanta insistencia, el doctor accede.

Diego entra en la sala y se acerca a Javier, éste nota su presencia y abre los ojos...

—¡Joder Diego, que putada!

—¡Tranquilo!, el médico dice que no es nada, que en unos días estas fuera.

—¡Tengo todo el cuerpo como si me hubieran dado una paliza!

—¿Y cómo fue? ¿Recuerdas cómo sucedió?

—Iba en mi moto y cuando entraba en "La Curva del Diablo", un coche me sacó de la cuneta, ¡era el hijo puta del Benito! ¡Cuando salga lo voy a matar!

—¡Estás seguro de que era Benito! —pregunta Diego muy sorprendido de esta firme acusación.

—¡Segurísimo! Conducía el deportivo, ¡lo vi perfectamente!

—¡Ponte tranquilo!, ¡déjamelo a mí!

Tras el cristal, el doctor le indica el reloj de su muñeca.

—¡Descansa Javier, ¡que dentro de unos días estás de nuevo dando guerra!

—¡Adiós Diego! —al haber contado lo sucedido, Ponce se queda más tranquilo y, ahora sí, se explaya y entra en un profundo sueño…

Diego sale de la UVI y se dirige al doctor:

—¡Muchas gracias! ¡era muy importante hablar con él sobre un asunto!

—¡Bueno!, pues me alegro de que haya servido de algo che…

Este deje que se le ha colado al final, le da pie al periodista para “sondear” al médico, el Diego de nuevo se a puesto las pilas en otro de sus asuntos:

—¿Y lleva usted muchas años en España?

—¡No… che!, ¡que va, sólo hace dos años que vine acá!, mis abuelos eran oriundos de Asturias, y por eso pude arreglar mis papeles y obtener la nacionalidad…

—¿Y ya entró directamente en la UCI?

—¡Pues sí!, me contrató para esta función, el mismísimo propietario de la clínica, el doctor Mirinda… ¡Para mí esto es un orgullo!

—¡Sí, lo conozco!, es un gran profesional, y cuida mucho de los ancianos… —al final le lanza un cebo, por si pica.

—¡No me diga che! Ya empezamos a tener demasiados dando vueltas por la clínica… ¡esto de cada vez más parece un geriátrico!

Viendo que el argentino, no sabe mucho más del tinglado que tiene montado Mirinda, no insiste más con sus preguntas, pero aún así, le suelta una de sus coñitas:

—¡Quizás debería de acercarse a alguna “abuelita”! ¡Pero de las que tienen “pasta”!, ¡igual le hace heredero de su fortuna!

—¡Che boludo! ¡Vos estáis loco! ¡Y que le digo a mi mujer!, con lo celosa que es… ¡Le falta tiempo para cortarme la verga!, ¡buena es ella!

—¡JA, JA, JA! ¡Mejor dejar las cosas así! ¡JA, JA, JA! —y sin acabar las risas, que las continúa un rato más, entre ellas se despide del doctor— ¡Ya no vemos!

Luego ya de nuevo con Raquel, ésta le presenta a su hermana, que es la otra mujer que está en el banquillo:

—¡Mira Diego, esta es mi hermana tal y tal… y Pascual… —Pasando un buen rato juntos e intentando Diego arrancarles algunas risas, para que se olviden un poco de los últimos acontecimientos.


…Al mismo tiempo, y en un hotel de la costa, el “Tres Playas”, un hombre entra y se acerca al mostrador de la recepción. El conserje, de nombre Guillermo Rodríguez, le atiende:

—¡Buenas noches! ¿Qué desea?

—¡Pues mire! Yo tengo un amigo que trabaja en este hotel y me ha dicho que viniera, que aquí necesitaban gente en la cocina.

—¿Qué eres cocinero?

—¡No!, pero puedo lavar platos... o lo que haga falta.

—¿Y cuál es el nombre de tu amigo…? —Aquí cambia su tono de voz, y coge uno amanerado, en realidad este es en verdad el suyo y con el que se expresa mejor.

—Se llama… ¡Ignacio!, eso es… —contesta el visitante, mintiendo e improvisando, no se esfuerza en absoluto por disimular la falsedad de lo dicho.

—Pues que yo recuerde, aquí no tenemos a ningún Ignacio… y a los chicos guapos como tú, ¡los conozco a todos!

—¿Y yo qué hago?, ¡no tengo donde dormir!

—¡Bueno “monín”, no te preocupes!, que todo tiene arreglo en esta vida, todo, ¡menos la muerte! ¡Ven pasa por detrás del mostrador!

El joven hace lo que le indica el conserje; ya detrás de él, escucha y continuando ya con su voz amanerada, las nuevas instrucciones—: Pasa a esta salita y ponte en el sofá, mira un poco la televisión... Cuando esto se calme un poco… yo vendré a hacerte compañía, ¡que la noche es muy larga!

Pasada una hora, durante la cual el conserje ha ido asomándose a la salita, vigilando al hombre y que con ello ha ido despertando su “morbo”, entra en ella:

—¡Venga ya está! Ahora podemos hablar y conocernos un poco, por cierto, ¿cómo te llamas?

—Me llamo Paco Pinilla

—¡Paquito!, yo tenía un amigo que se llamaba igual, era delgado como tú, pero eso sí, con el pelo mucho más largo, ¡aunque a mí me gustan así!, con el cabello más corto, ¡como un chico pequeño!

—¿Sí…?, ¡pues yo ya todo lo tengo grande! —sacando quizás demasiado pronto su genio, no lo ha podido evitar.

El conserje no presta mucha atención a lo dicho y ya colocado en la salita, pone su mano sobre la rodilla de Paco y le acaricia, luego la mano del conserje se dirige “al paquete” de Paco:

—¡Vaya, pues es verdad, estas bien dotado!, ¡y se te ha puesto dura!

Paco no contesta, el conserje hábilmente con sus manos baja la cremallera del pantalón y saca el erecto pene del hombre.

—¡Caray Paquito!

A la vez que se agacha y con su boca le chupa el miembro. Paco disfruta y se evade por unos instantes. Sus pensamientos sexuales que le están excitando, son practicando sexo con otros hombres, es el secreto que esconde a su hermano. El hábil conserje demuestra su habilidad en estos movimientos sexuales; y Paco no aguanta mucho tiempo la felación del hábil Guillermo, llegando a la eyaculación…

Pasados unos segundos y ya repuesto, con su mano derecha sube el pantalón de sus tobillos, al mismo tiempo que con la mano izquierda agarra la empuñadura de un cuchillo, de los utilizados en cocina. Lo acaba de sacar de la bolsa de deporte que le ha acompañado desde su llegada al hotel; y con su pantalón ya a la altura de sus nalgas, libera esta mano, que rápidamente utiliza ahora para sujetar el pelo y apartar la cabeza del conserje.

—¿Qué te pasa?, ¿no te ha gustado? —pregunta el “chuponero”.

A lo que Paco Pinilla clava el cuchillo en el estómago del conserje, que está más pendiente de la respuesta de Paco, que notando el impacto que recibe.

—¡Toma maricón! ¡Toma!

El tono de ira y rabia hace que el conserje ahora si note el frío del cuchillo, se aparta y se pone de pie, sus manos van al lugar donde le ha pinchado, la sangre brota a chorros.

—¡Estás loco! ¡Agggrrr…!

Paco se levanta del sofá y le clava de nuevo el cuchillo, esta vez en el pecho a la altura del corazón. El conserje sigue escalofriándose, ahora por la hoja del cuchillo al penetrar en su pecho; al mismo tiempo que sus piernas flaquean, haciéndole caer al suelo desplomado.

—¡Agggg...! —con un profundo último grito de dolor.

Paco Pinilla se agacha y de nuevo clava el cuchillo en el moribundo cuerpo y así lo sigue haciendo una y otra vez:

—¡Toma maricón de mierda!... ¡Toma!

Fatigado, deja de acuchillar al hombre y permanece inmóvil, con el pene aún fuera de su pantalón, su ropa está manchada por las salpicaduras de sangre.

—¡MEC…! ¡MEC…! —El sonido de un timbre que procede de la recepción hace que reaccione. De pie se coloca la camisa y se acaba por fin de cerrar la bragueta, no está lo suficiente lucido para apreciar el sangriento estado que presenta. Se dirige hacía el mostrador, una pareja que ha sido la que ha tocado el timbre, se queda horrorizada ante tal visión del joven:

—¡Vámonos de aquí! ¡Venga corre…!

El hombre coge a la mujer por el brazo y salen corriendo del hotel. Paco Pinilla reacciona y se da cuenta de que ha sido descubierto, se dispone a salir también del lugar, pero observa que desde la entrada se puede ver el cadáver del conserje.

Entra de nuevo en la salita y, cogiéndolo del cuello de la camisa, lo arrastra hacía detrás del sofá, el trayecto queda marcado por un reguero de sangre.

Escondido el cadáver con el objeto de ganar tiempo antes de que lo descubran, sale de la salita y con paso rápido abandona el hotel.

Ya fuera, se dirige hacia un coche que hay aparcado próximo a la entrada, desde él le hacen dos destellos con las luces. Abre la puerta del vehículo y se mete dentro.

—¡Que te ha pasado, vas hecho un asco! —le pregunta una voz familiar, la del “Carnicero”, su hermano Antonio.

—¡Nada, todo ha ido bien! ¡Necesito caballo!

—¡Toma hombre que te lo has ganado!

A la vez que Paco se esnifa su polvo, el "Carnicero" aparentemente satisfecho por el trabajo de su hermano, conduce el coche fuera del lugar:

—¡RUUUMMM! ¡RAAAM! —Y lo hace a una velocidad moderada, en definitiva todo ha salido bien y nadie les persigue.

REDACCION DE

…Por la mañana siguiente, Diego acude a la redacción de “EL PRIMERO DEL DIA”.

Al fondo de una enorme sala, repleta de mesas y pantallas de ordenador y detrás de una mampara de cristal, reconoce la figura de Dolores. Como si existiera telepatía entre la expareja, Dolores también se fija en él y con su brazo le hace indicaciones para que vaya hacia ella.

Diego cruza la sala, en su trayecto va saludando a los periodistas que se encuentra, la mayoría de ellos son conocidos suyos:

—¿Qué tal se porta la jefa?

—¡No para Diego, se pasa el día aquí metida! —contesta el “Periodista Uno”.

Ya en el despacho de la directora...

—¡Hola!, ¿cómo estás…? ¡Pasa no te quedes en la puerta!

Diego se acerca y le da dos besos, uno en cada mejilla.

—¿Cómo está Javierito? —La directora se interesa por la salud de Ponce, tras lo del accidente.

—¡Bien, se ha salvado de milagro!

—¿Y ya se sabe quién fue el que lo sacó de la calzada?

—¡No!, probablemente fue algún loco que iba a toda pastilla. —No queriendo preocuparla contándole la verdad.

—Esta tarde iré a verlo… Cambiando de tema, mira estas fotos que acaba de hacer “Barnaby”, son del asesinado en el hotel “Tres Playas”.

—¡Joder como lo han dejado!

—Era el recepcionista del hotel, lo han matado esta madrugada.

—¿Se tiene alguna pista?

—La criatura, era un conocido mariquita que tenía un club de “gays”, llamado “El Sobrero de Copa”, desde allí distribuía coca a todos los homosexuales de la ciudad, para sus "fiestecillas"...

—Tiene toda la pinta de ser un ajuste de cuentas.

—Yo también lo creo. —coincidiendo en eso los dos periodistas.

—Aunque lamento la fama injustificada que dan este tipo de asesinatos de género, ahora todo será airear la homosexualidad del conserje, se dirá que regentaba un club de sadomasoquismo y cosas así... Dando a entender que todos los homosexuales son unos depravados, ¡no es justo!

¿Y cuándo lo publicáis? —Interesándose Diego.

—Estoy preparando una segunda edición de "EL PRIMERO", cuando “Barnaby” me acabe el reportaje, lo mandamos a planchas inmediatamente.

Pero, cambiando de asunto... ¿Cómo está el tema del doctor Mirinda?

—¿A cuál de los dos casos te refieres?, él que en verdad me interesa a mí, ¿que es el de los abuelos que mata?, ¿o lo de los traspasos de los jugadores?

—Ciertamente… Todo el asunto de los traspasos, es lo que tenemos más adelantado, ¿a éste cómo lo llevas?

—Por mi parte, de momento no hay nada nuevo, y tú… ¿has averiguado algo nuevo?  —pregunta Diego.

—Aún no me han confirmado que las fotocopias sean auténticas, y al que le he encomendé que investigue lo de LA BANCA LAR, tampoco me ha dicho nada.

—¡Aún no!… —quejándose de la tardanza— ¡Pues que no se duerman, no nos vayan a robar el reportaje!

—Hay que estar totalmente seguros y tener las pruebas que lo inculpen. Ten en cuenta que como no lo podamos demostrar, la criatura —Palabra muy utilizada por Dolores—; nos puede pedir un montón de pasta en daños y perjuicios.

—¡Pues sobre este caso, yo tengo una buena noticia! A Tomás le han encargado una auditoría externa, precisamente del “Realeño”… ¿No lo sabías? —Le chincha Diego con la pregunta, al percatarse del desconocimiento de su “Ex” sobre esta novedad.

Dolores, sorprendida por la noticia, pues Tomás es su pareja actual, efectivamente se cabrea porque Diego esté enterado de algo tan personal y que ella no lo sepa.

—¿Y quién se la ha encargado?

—Un grupo de accionistas del club de futbol que, no acaban de estar de acuerdo con los números que les ha presentado Mirinda —Pero esta oportunidad de poner cizaña entre la pareja, no la pueda desaprovechar e insiste machacando— ¿Y a ti, cómo te va con Tomás? No veo bien que no te cuente sus trabajitos…

—¡Todo bien, está muy pendiente de mí! —Irónicamente hablando— Por cierto, la semana entrante vienen sus hijos, ¡la que me faltaba con el trabajo que tenemos aquí. —Hijos procedentes de un anterior matrimonio.

—¿¡Son guapos!? ¿A cual de los dos se parecen? 

—¡Sí que lo son! Además se portan muy bien —Su “Ex” no comenta con cuál de ellos (del anterior matrimonio) pueda tener algún parecido. Ante lo que Diego deja el tema y cambia de asunto:

—Por cierto, ¡tienes un despacho muy bonito!

—¡No está mal! Pero acostumbrada a estar en la calle, estas paredes en ocasiones me agobian.

—¿Seguro que ahora ganarás más pasta?

—¡No creas, al final no compensa!

—¡Venga no te quejes!, los dos sabemos que toda tu vida ibas detrás de esto, ser la directora y ser tú quien da las órdenes.

—¡Bueno!, pero la responsabilidad es muy grande, además no me puedo permitir el lujo de fracasar.

—¡Tranquila!, que lo estás haciendo muy bien, en la calle de cada día se habla más de “EL PRIMERO”.

—¡Efectivamente!, eso es cierto, hemos aumentado bastante la tirada.

—¡Lo ves…! Y ahora te dejo, pues he quedado con Jaime para comer.

—¿Cómo le va a tu “medio” hermano? —Diego y él se conocen desde cuando hicieron la mili juntos, donde fraguaron una muy buena amistad que aún prevalece.

—Anda liado con lo del parapente, está organizando el Campeonato de Europa.

—¿No sabía que se hiciera aquí? Dile que cuente con lo que quiera, un reportaje, lo que le haga falta.

—De acuerdo se lo diré. —y dándose la vuelta con dirección hacía la puerta.

—¡Eh criatura, no te vayas! —interrumpiendo la “huida”.

—¿Qué me he perdido?

—¡Lo sabes muy bien! ¿Y el otro asunto de Mirinda...? ¿Lo de los abuelos… como tú dices?

—¡Ah eso! ¡No sé nada nuevo, todo sigue igual!, he llamado a mi amigo el "abuelete" de Salamanca, él que se salvó, y no me ha confirmado si piensa denunciar a Mirinda, no sé si está aún en trance, o que ya empieza a “chochear”; tendré que volver a visitarle. —Diego no quiere asustar más a Dolores con esta investigación, ya habrá tiempo más adelante, cuando se haya entrevistado con uno de los matrimonios que cuidan a los "viejetes"; para ponerla al día.

—¡Lo que tu digas criatura, pero no me dejes al margen!   

Aclarado todo, cuando Diego sale del despacho, en un rincón de la sala, ve a su amigo “Barnaby” y se acerca a su mesa.

—¡Hola cabronazo! ¿Qué estas terminando lo del conserje?

—¡Coño Diego, estás vivo!

—¡Vivito y coleando, igual que tú!, últimamente veo que estás dando todas las noticias. ¡A saber a quién le “lames el culo”!

—¡A nadie!..., aún no me es necesario hacerlo, ¡como ya lo haces tú desde unos años! —entre lo dos todas las bromas y coñas están permitidas— Lo cierto es que tengo buenos amigos que, me permiten llegar el primero...

—Te dejo pues, parece que están esperando a que acabes. —le recuerda Diego.

—Mira de dejarte ver más a menudo, ¡¿vale?!

Tras lo que, Diego sonriendo, abandona la redacción de “EL PRIMERO”, le ha gustado visitar a su “Ex” y a sus compañeros, pero él es un periodista de calle…

FIN DEL CAPÍTULO VII

No se recomienda su lectura a personas menores de 16 años.

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